PRIMER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO ORGANIZADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS.
RELATOS DE UN HOSPITALERO Manuel Monteagudo Gandía
Ilusión,
servicio y sacrificio.
Los humanos vivimos momentos de alegría, momentos
de ilusión, de tristeza… también momentos de gloria, de vanidad, de orgullo… y
también momentos de soledad, de humildad, de sencillez y recogimiento; momentos
de amor hacia los demás, de atención y servicio desinteresado, lo mismo como
también se recibe por todo ello una compensación de gratitud a todo lo que se
ha aportado. Todas estas sensaciones las he sentido como hospitalero en el
albergue de San Roque, de Calzada del Coto (León), en el Camino Francés. Doy
gracias a Dios por todo ello.
La simbología del camino siempre ha tenido un
sentido religioso, sin embargo, en el Camino de Santiago se observa que ese
sentido se va perdiendo algo, pero no el espiritual, el social, el sentimental.
Siempre hay una unidad, un sentimiento de hermandad y un respeto hacia los
demás que en la convivencia de un día normal en la ciudad no existe, por eso,
estoy convencido de que ahí está Dios. En nuestro interior se vive un
sentimiento de amor hacia el compañero peregrino como si aquel fuera tu hermano
de toda la vida, aunque lo hayas conocido ese mismo día. No importan razas,
lenguas ni culturas; todos somos hermanos del Camino.
En
el albergue.
En mi segundo día como hospitalero sólo estoy
recibiendo peregrinos extranjeros. Ayer, Sahagún parecía un hervidero de
peregrinos; sin embargo aquí, en Calzada, se quedan pocos en el albergue. El
motivo es la cercanía que hay entre ambos pueblos y la importancia de Sahagún
por ser cruce de caminos donde se unen el Camino Francés y el Camino de Madrid.
Hoy ha salido el día lluvioso; han venido siete
peregrinos y a causa de la lluvia me están dejando el albergue perdido de agua
y lodo. A última hora de la tarde he recibido cinco peregrinos más (menos mal
que ya no llueve); total este día son doce personas, de las cuales un solo
español. Hasta las diez de la noche que se cierra el albergue y todo el mundo
se va a dormir (algunos ya se han acostado), el grupo de jóvenes que quedaban
formaban un ambiente de cordialidad y buenos modales que, a pesar de ser de
diversas nacionalidades se entendían muy bien entre ellos porque todos
dominaban el inglés. A mí me encantaba escucharlos a pesar de no entenderles en
algunos momentos; para ello usábamos los gestos con mucha gracia, o el
traductor del móvil.
La despedida de los peregrinos en la mañana de hoy,
lunes, ha sido de lo más fraternal y cariñosa. Me he sentido alagado y
agradecido. Los últimos en marcharse ha sido la pareja de coreanos; después de
desayunar tranquilamente, Yooh (ese es su nombre), se dirige hacia mí y me
pregunta con su peculiar acento (sabía un poco español): - “Soy masajista,
¿quieres que te demos un masaje mi mujer y yo antes de marcharnos? Veo que
estás algo tenso; esto te puede ayudar a relajarte un poco”. Me deja sorprendido; no esperaba tal
ofrecimiento; dudo un momento porque no sé qué contestar. Por fin acepto,
aunque en realidad con cierta desconfianza y temor. Después de los masajes en
brazos, pecho y espalda me dice que me va a hacer no sé qué con ventosas; no le
entiendo bien, me dice que esta terapia me dejará más relajado. Medio en broma
y un poco asustado, porque desconocía lo que me iba a hacer realmente, le digo: “A ver si tanto relajamiento me deja sin
fuerzas”. Sonriendo me dice: “Yo te
ayudo”.
Lo cierto es que, acabado el tratamiento les doy
las gracias y creo que ellos se sintieron satisfechos por haber aceptado su
servicio. No sé si fue la desconfianza o el nerviosismo a lo desconocido, pero
yo no sentía ninguna reacción, ni en positivo ni en negativo. Inmediatamente
fui a verme en el espejo: “Oh”, ¿qué me han hecho? Tengo el pecho a rodales
sanguinolentos. Con las ventosas me habían hecho acupuntura. Me había asustado,
pero realmente no ha pasado nada; al cabo de unos días desaparecieron esos
rodales.
La
actividad diaria.
La mañana de hoy ha sido un sin parar, la actividad
del trabajo a realizar no me ha dejado un minuto de descanso, incluso aún no
había acabado la limpieza ya me han venido tres peregrinos de buena mañana; les
he invitado a que dejaran las mochilas y las botas, se pusieran cómodos y se
fueran a dar una vuelta hasta el mediodía. La tarde, después de comer estoy más
relajado dedicándome a atenderlos, inscribirlos e indicarles el sitio donde
dormir, darles sábanas limpias e instrucciones de uso; el resto del tiempo lo
dedico para mí.
Tengo momentos de alegría haciendo una labor de
servicio y momentos de satisfacción cuando recibo un alago hacia mi persona
como agradecimiento; momentos de ansiedad, nostalgia y algo de tristeza cuando
recuerdas a tu familia y sientes la necesidad de su compañía, también tengo
momentos de temor cuando he recibido algún peregrino sospechoso o con pinta de
indigente, y de flaqueza cuando me veo agobiado. Con gestos en la mayoría de
los casos y a veces con la aplicación que tenemos en los móviles para traducir
las palabras, me voy defendiendo con ellos.
Hay un porcentaje bastante alto de peregrinos
extranjeros que no saben o saben muy poco el español, la mayoría se defiende
mucho mejor con el inglés. Yo ni eso, pero voy saliendo del paso. Lo positivo
de este servicio es sentir el calor humano que desprende la convivencia con
ellos, aunque a veces me asuste un poco la situación. La vida me ha dado siempre
buenos momentos, quizás algunas veces he sido mimado por la vida gracias al
mundo y las personas con las que me he rodeado.
Motivación
y sentimientos.
Van pasando los días y mi ánimo está muy motivado;
me siento feliz. Siento en mi interior una sensación de tranquilidad y mucha
paz conmigo mismo, cuidando este precioso, tranquilo, limpio y sencillo
albergue. Hay días de luz y días grises, días que te levantas con buen ánimo y
días que te sientes melancólico, días que compartes con buena gente y días que
otras gentes te crean problemas, aunque son los menos. A todos los peregrinos
los despido con mis buenos deseos, el deseo de un buen camino que, al fin y al
cabo es realmente el camino de nuestras vidas.
¿Qué
tiene el camino?
Todavía veo difícil dar un conocimiento exacto de
lo que nos arrastra a la mayoría de peregrinos a realizar este viaje de
humildad, austeridad y sencillez, pero considero bajo mi limitado entendimiento
que, además de ser como una corriente que te arrastra a realizar lo que
terceros te han comunicado, también te sientes por el afán espiritual de
conocerte a ti mismo y descubrir, a través de un sentimiento religioso o
simplemente existencial, el mundo en otra dimensión. Sabemos que el Camino de
Santiago está motivado por creencia religiosa cristiana; también hay otras
peregrinaciones en el mundo que no lo son, pero son el alma del humanismo. Aunque hoy en día no todos lo realicen con
esa motivación, observo buenos sentimientos en ellos; pacíficos, respetuosos,
sencillos, de todas las edades, aunque mayormente de edad aproximada a la
jubilación.
El camino francés es un hervidero de gente, sobre
todo desde abril hasta septiembre. Los medios de comunicación y las redes
sociales son uno de los elementos principales de los que emiten la información
necesaria para invitar a tanta gente a conocer y experimentar el camino.
Que el camino nos sirva como gesto de amor hacia la
humanidad y respeto a la tierra.
Ultreia et suseia.
Fotos de distintas páginas web, menos la del masajista distintas fotos del albergue y municipio de Calzada del Coto.
Gracias Manuel por ser hospitalero y por tu escrito, tu siembra está repercutiendo
ResponderEliminaren muchas personas, pienso que eso tiene premio.
Ángel Sánchez