CAMINO HACIA EL AMOR Maite
Tejero Núñez
Cada vez más gente hace el Camino de Santiago, como
este peregrino llamado Raúl, que con 32 años de edad emprendió su propia y tan
peculiar aventura de adentrarse por ese camino tan duro como placentero para
él. Raúl partió una mañana del mes de Abril desde su pueblo natal, Almonacid de
Toledo, cogió su mochila con todo lo necesario y se despidió de su familia.
Salió al alba, sobre las 5 a.m.
Hacía frío todavía pero se sintió lleno de energía
y de luz propia. A este muchacho todo el mundo le quería, era muy buena persona
porque se preocupaba y se daba a los demás. Muy amigo de sus amigos y de
carácter extrovertido. Un inconformista de la sociedad en la que vivimos
actualmente.
Anduvo varios kilómetros hasta llegar al lugar más
cercano de su primera etapa: la capital de Toledo. Llegado a este primer punto
decidió parar para descansar un poco y reponer fuerzas. Llevaba unas cuatro
horas caminando, paró y se sentó a los pies de la catedral de Toledo, miró el
reloj, marcaba las 9, se despojó de su mochila y bebió un buen trago de agua.
Era una mañana soleada y las vistas eran preciosas,
se acomodó bien, sacó un sándwich, unos frutos secos y una naranja. Empezó a
comer sin apartar la mirada de ese bello lugar que le embelesaba todo su ser. A
pesar del cansancio, se sintió bien y respiró profundamente pues aún le quedaba
mucho por recorrer. Cuando hubo dado buena cuenta de parte de sus provisiones
se levantó para prepararse de nuevo y continuar su largo camino.
Caminó por senderos de una belleza espectacular, se
divisaban a lo lejos las verdes y rocosas montañas, con el sonido del cauce de
algún río a lo lejos. También había algunas aves que planeaban surcando el
cielo en busca de su presa.
Pasaron varias horas y el calor ya hizo acto de
presencia aunque soplaba una brisa fresca que hacía la jornada más llevadera.
Pensó parar hacia el medio día en el siguiente pueblo de la segunda etapa:
Novés, así fue cuando al cabo de pocos metros de distancia llegó a dicho
municipio, donde culminó la segunda etapa de su trayecto. Descansó otro poco
admirando ese singular pueblecito así como sus habitantes, construcciones de
las casas de piedra y su hermosa iglesia.
Tomó un tentempié para, seguidamente, afrontar
caminando los kilómetros que aún le quedaban hasta llegar a su meta.
Siguió andando, meditando, reflexionando sobre su
vida, sus proyectos, etc. Pasaron las horas cuando ya vio al fondo de su ruta
otro pueblo. Consultó su mapa y comprobó que llegó a su tercera etapa del
camino: Escalona, donde hizo otro alto en el camino. Eran ya casi las seis de
la tarde cuando paró a descansar otra vez. Atisbó a lo lejos el famoso Castillo
de Escalona y oyó el sonido del río que cruzaba el pueblo.
Se encontraba tan sumergido en sus propios
pensamientos que apenas se dio cuenta mde que a sus propios pies, donde se
sentó para respirar un poco de aire puro, había algo en el suelo que le llamó
especialmente la atención…, alargó la mano y recogió del suelo un papel…
¿O era un sobre?... ¡Sí, era una especie de carta
por el sello que mostraba!
“¿A quién se le habrá caído?” Se preguntó Raúl con
sorpresa. Miró a su alrededor pero no había nadie y ante la intriga decidió
abrirla. La carta decía así:
“¡Querida
Adelaida!. ¿Cómo estás?
Te
escribo unas líneas sobre este papel para saber de ti y decirte que jamás me
olvidé de tu persona en todos estos años. Ya sé que veinte años son demasidos
de ausencia y te preguntarás el porqué de estas palabras. Amor mío, todos estos
largos años he pensado en ti, pero por circunstancias ajenas a mí nunca me
decidí a escribirte acerca de mis sentimientos hacia ti. Te he amado, te amo y
te amaré siempre, a pesar de la distancia y de la situación que tengamos cada
uno.
Me
enamoré de ti desde el primer día que te vi. Pero como te respeto tanto nunca
te lo hice saber, por miedo al rechazo o lo que puedan pensar allá, en tu
pueblo, Cadalso de los Vidrios, precioso y bello lugar por siempre. Me gustaría
volver a verte y charlar, en persona, frente a frente, pues ya no tengo nada
que perder, y abrirte así mi corazón de par en par. No sé si te casaste. Si es
así… disculpa mi intromisión pero desde entonces no he podido conciliar bien el
sueño en lo que podía haber sido y no fue… por mi indecisión”
Un
fiel y admirador tuyo. Esteban.
P.D.:
Necesito y deseo verte.
El joven Raúl terminó de leer la carta, se emocionó
tanto que se le humedecieron los ojos y se le encogió el corazón. Se quedó un
rato pensativo ante esa bonita historia de amor, preguntándose que si la carta
de ese tal Esteban llegara a manos de su amada Adelaida al menos aún quedaba
una posibilidad de que su destinataria lo supiera y tomara alguna alternativa
de ir o no a reencontrarse con él.
Y sin pensárselo dos veces, dobló la carta, la
metió en el sobre y todo decidido cambió la dirección del Camino de Santiago
por otro con buen fin. ¡Rumbo a Cadalso de los Vidrios! ¡Sí!.
Apresuradamente miró el mapa, la brújula y
calculando distancia y tiempo se dio cuenta que llegaría en un santiamén a ese
famoso pueblo para entregarla a ella la carta de su querido admirador, pero eso
sí, lo haría con mucho tacto, pues quería darle una grata noticia.
Se sentía emocionado, con buenas vibraciones y con
una gran corazonada. Se preguntó en cómo sería esa mujer, en su aspecto… estaba
deseoso de conocerla… intuyó que debía ser guapa.
Adentrándose en Cadalso de los Vidrios se
sorprendió de situarse en un pueblo tan bonito y tan particular. Preguntó a
alguna persona por la casa de la mujer a encontrar y pronto dio dónde ella
vivía. Al llegar frente a su puerta se encontró nervioso, intrigado, también
contento por la incertidumbre… llamó al timbre, pasaron unos segundos nadie
abría… Raúl insistió… una leve voz lejana procedente de la casa contestó: “¡Ya
voy, un momento!”.
Una bella mujer, de estatura media, joven… muy
atractiva… abrió de repente.
- “¡Hola! ¿es usted Adelaida del Río?. Preguntó el
joven hipnotizado.
- “Sí. Soy yo. ¿Pero quién es usted y qué quiere?”.
Contestó ella toda perpleja.
- “Verá… soy un peregrino del Camino de Santiago,
pero he tenido que desviarme varios kilómetros de mi ruta porque tengo que
entregarla una cosa importante, aunque no nos conozcamos de nada”. Explicó el
motivo de su visita a la bella Adelaida.
Raúl sacó al instante la carta que llevaba consigo
y ella le invitó a pasar a su hogar.
- “¿Seguro que es para mí?”.
Además al comprobar nombre y dirección vio que era
correcto y aún así no comprendía nada. Adelaida comenzó a leer la carta para
sí, despacio y varias veces seguidas. Efectivamente se acordaba de su “viejo
amigo” Esteban aunque hayan pasado la friolera de veinte años sin saber nada de
él… Y se produjeron sentimientos encontrados, pues a Adelaida también se le
puso el corazón en un puño no pudiendo evitar dejar escapar alguna que otra
lágrima…
Raúl y Adelaida estuvieron charlando mucho tiempo.
Ella se quedó viuda hacía unos tres años. Su marido murió de una fatal
enfermedad, agonizante y desesperante. Sufrió mucho y ella no volvió a rehacer
su vida. Se querían mucho a pesar de lo distintos que eran ambos. La mujer le
dio sus más sinceras gracias y le dijo a él: “Sí… pudo haber sido y no fue… Yo
también me fijé en Esteban, pero por entonces, no era el mejor momento”.
Raúl se despidió de esta gran mujer y retomando sus
pasos hacia el camino pensó en su belleza… y se dijo: -“¿Por qué no? Y en ese momento se paró y se
dio media vuelta…
Muy bonito y tierno, sobre todo brilla el amor.
ResponderEliminarÁngel Sánchez
Ánimo sigue con tus relatos amenos y descriptivos
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