BELENES Y NACIMIENTOS. UNA TRADICIÓN QUE PERDURA.
Cuando éramos pequeños, al entrar el mes de diciembre, generalmente el primer fin de semana, mi padre disponía un espacio en la casa, colocaba un tablero grande y nos invitaba a ayudarle a montar el Belén.
Nos inculcaba así una vieja tradición que pretende celebrar la llegada del Hijo de Dios al mundo con un elemento visible durante toda la pascua: el Nacimiento.
Se empezaba siempre con la colocación de las cajas de cartón que servirían de cuevas y el papel marrón de envolver que debíamos arrugar para que parecieran pliegues de las montañas. Aún recuerdo el olor de la "cola de conejo" o cola de carpintero que mi padre calentaba en una lata para fijar los papeles de las montañas, pegar el musgo artificial y dar algo de color a las rocas.
Después venía la colocación de las luces, que entonces sólo tenían dos posiciones; encendidas o apagadas. También recuerdo a mi padre haciendo empalmes con aquellos cables finos para separar más unas luces de otras y distribuirlas por todo el nacimiento.
Después se colocaban los edificios, apenas teníamos tres, entre ellos el castillo de Herodes, el pueblo al fondo, en el punto más alto, y más cerca el pozo, la fuente, el molino y dos puentes.
El río lo hacía con cristales finos que había guardado de años anteriores, sobre un lecho de piedras y arena. Por supuesto que el agua no corría pero para nosotros aquel río era inmejorable.
Para terminar la instalación base añadía arena y serrín y a veces montábamos árboles con ramitas secas o pequeñas ramas de pino o ciprés.
Las figuras que quedaban más lejanas las colocaba él, pastores y ovejas, y a nosotros nos dejaba las más cercanas, las mujeres lavando en el río, los patos, el señor pescando, la señora que iba a la fuente y el niño que lloraba con el cántaro roto a sus pies.
Así terminábamos de colocar todas las figuras: pavos, gallinas, cerdos, el carro tirado por bueyes, los pastores, los músicos, ... todas las figuras menos una, la del niño Jesús, más menudo que un piñón, que él guardaba envuelto en papel y en una pequeña caja, creo que de una bombilla pequeña, y que no se ponía hasta la noche del día 24.
A partir de ahí ya podíamos cantar villancicos y enseñar nuestro belén a nuestros amigos.
Nunca ganamos un concurso, nunca salió ni en los periódicos ni en Facebook (todavía no se había inventado), pero para nosotros era el belén más bonito y además habíamos participado en su montaje. Aquellas figuras diminutas, con una finura que no las he vuelto a ver, quedaron en casa de mi hermano menor para que sus hijos siguieran la tradición de "montar el belén".
Fotos del Nacimiento colocado en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Cadalso de los Vidrios, montado por Ana Lozano.
Fotos y texto: Javier Perals.
Pienso Javier que lo que representa el Belén, lo vas desarrollando en tu vida,gracias a tu padre que lo estará viendo desde el Cielo.
ResponderEliminarÁngel Sánchez