PATROCINADORES 2023-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2023-2

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MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

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MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

sábado, 28 de mayo de 2022

 

MELANCOLÍA EN EL CAMINO.

Relato presentado al Tercer Concurso Literario de Relato Corto por Manuel Terrín.

      Queridísimo esposo:

Los hijos de los hijos de los gorriones que volaban alrededor del Camino, cuando lo hicimos juntos, han desaparecido.

Llueve sobre el Camino de Santiago.


 Cuando vine, el sol estaba al descubierto y piaban apasionadamente, dando saltitos. Ahora llueve y todos han desaparecido. Los cuervos, goterones de sombra flotante, alzan su poderío sobre colinas mojadas, desafiantes y grotescos.

Llueve y al Camino se le acaba la risa.


Erguida entre las piedras, me he puesto a mirar hacia arriba con los brazos abiertos. Las mujeres siempre miramos hacia arriba, con los brazos extendidos, cuando queremos hablar con los muertos.

Si alguien atravesara a mi lado este lugar, como cuando lo hicimos juntos, me llamaría loca. Pero nadie me acompañará. Nada conduce sin ti hacia ninguna parte.

Llueve sobre el Camino de Santiago.


 Llueve sobre los olivares. Sobre las encinas. Sobre el graznido de los cuervos. Sobre el rumor creciente de los arroyos. Sobre mi corazón sin alas alrededor del tuyo.

Hemos hecho juntos estos senderos con los pies decorados por el esmalte del amanecer. Hemos trastumbado colinas y barrancas. Hemos visto pájaros como besos de música en los árboles y las botas podridas de algún soldado muerto.

Si tú me hablaras con el alma yo te escucharía con el corazón. Y te diría que voy caminando con tus pies, que comparto la corona de espinas, que nada hay más puro que el amor a los muertos.

Llueve sobre el Camino de Santiago.


 Llueve sobre alamedas. Sobre mis espaldas. Sobre los helechos. Sobre esta vía que sostiene una parte de nuestra historia.

Los hijos de los hijos de los cuervos que un día salpicaron de sombra nuestros ojos, agoreros, vuelan hoy sobre mi cabeza con el ocaso derramado en el alma. Sobre mi cabeza y sobre mi corazón.

Ahora todo me parece vacío. Ahora no hay reses pastando en las dehesas. Ni perros ladradores. Ni risas infantiles. Ahora todo es memoria.

Llueve sobre el Camino de Santiago.


Pero estas gotas de agua no son gotas de agua. Son tus besos, esposo mío. Miles, millones de besos desprendidos de tus labios a través de la lluvia.

A través de la lluvia y de las piedras mojadas.

 

sábado, 14 de mayo de 2022

COMPAÑEROS DE CAMINO

 Compañeros de CAMINO.              

Relato presentado al Tercer Concurso Literario por Elena Mocanu

– ¡Hey, peregrino, espera, ya voy!, se oyó una voz clara detrás de la esquina.

El peregrino paró y miró con curiosidad por encima de su enorme mochila.

– ¡Buen Camino!, saludó el señor erizo alegre por el encuentro.

– ¡Ultreia!, respondió el señor caracol un poco sorprendido, pero igual de contento.

– ¡Yo soy Payo!, se presentó el señor erizo, dándole la mano.

– ¡Yo, Pelayo, el peregrino!, respondió el señor caracol, apretándole la mano y abrazándole fuertemente.


– ¿Andas solo? ¿…te gustaría que fuéramos compañeros de camino?

– Pero no somos ya, ¿qué dices, compañero Payo?

– ¡La casualidad te puso en mi camino precisamente cuando más lo necesitaba un compañero!

– Yo creo que no fue la casualidad sino el camino que le da a cada uno exactamente lo que necesita en el momento justo. ¡Nada es casualidad, y menos aquí! ¡Qué lo recuerdes del peregrino Pelayo!

Te vi a último momento, antes de que desaparecieras tras la esquina. Yo estaba saliendo del sendero rocoso. De hecho, solo vi tu mochila tan grande como una casa.

Conozco ese sendero. Es un atajo, pero todos lo evitan.

– ¿Siempre llevas una mochila tan grande? Para mí sería difícil y me retrasaría.

– Sí, siempre me llevo toda la casa. Mi mochila es parte de mí. ¡Ya estoy acostumbrado, pero tú no hagas como yo!

– ¿¡…!?


Pero no me dijiste de dónde vienes ni adónde vas…

– ¡De Saintes-Maries-de-la-Mer! ¡¡¡…uff, que aventura salir de allí!!!, agregó más para sí mismo. ¡Y quiero llegar a Santiago de Compostela!

¿Aventura? ¡Me gustan las aventuras… cuando las leo o me las cuentan!, mostró el señor caracol riéndose con ganas.

¡Y yo tengo tantas que compartir!...

¡Hay todo el camino por delante para contar y conocernos!

– ¡Claro! ¡Así el tiempo pasará más rápido y el camino nos parecerá más corto!

– Y más fácil, aunque no es ni corto ni fácil. ¡Pero en dos, todo es más fácil, eso siempre! ¡Recuerda del peregrino Pelayo!

El señor erizo aprobó divertido.

Primero, dime qué pasó con…

Pues... estaba de camino cuando… no sé ni cómo empezar... ¡ay, fue toda una aventura!..., se apresuró el señor erizo.

¡No, no, espera un poco!, le interrumpió súbito el señor caracol.

El señor erizo se quedó desconcertado por un instante.

– Con… ¿con la botita en la mano quieres llegar a Compostela?

– No…, dijo un poco confundido, ...solo que se me ha deshecho la suela y ya no me sirve...

– Ya comprendo… ese sendero pedregoso tiene la culpa, ¿verdad? Pero yo puedo ayudarte, por eso soy tu compañero, ¿¡no!? ¡Vamos, sé cómo encontrar a Pati, conocida maestra zapatera!

– ¡Una pequeñez! ¡Estará como nueva antes de que digas “camino”!, le aseguró doña oca al señor erizo.


– ¡Qué buena noticia!, respiró aliviado el señor erizo. Las botitas fueron mi único compañero hasta que encontré a tu amigo Pelayo. ¡Ya también es mi amigo!

– ¡Pelayo es amigo de todos, buena ayuda y el mejor consejero! ¡Además de un peregrino perfecto! ¡No es broma!

– ¡Esto hay que recordarlo!, intervino contento el señor caracol.

– ¿Vas a Santiago?, preguntó doña oca muy ocupada con el trabajo.

– Sí, ahí es donde quiero llegar. ¡Espero que mis botitas también me ayuden!

– ¡Llegas hasta el fin de la tierra con estas! ¡Te lo garantizo!

– ¡Que así sea!

¿Y de dónde vienes?, se interesó doña oca detrás de una montaña de zapatos.

– ¡De Saintes-Maries-de-la-Mer!

– ¡Interesante el sitio! Y tan interesante como misterioso. ¿¡No es broma, no!? ¡Qué bien que saliste de allí a salvo!

– Sííí, ¡…qué aventuras!...

– ¿Eh, cómo va el camino, querido Pelayo? Ha estado lloviendo demasiado últimamente…

– ¡Querida Patita, ya me conoces, todo va de maravilla! Esta vez, tengo la intención de recorrer el camino más largo que nunca. ¡Recuerda, el más largo!

– ¡¡¡Qué locura!!!, exclamó el señor erizo con todo asombro.

– ¡Pero es una locura sana! ¡No es broma!...

– ¡Esto es lo que yo también debo recordar!, decidió el señor caracol muy orgulloso de su amiga doña oca.

– Un poco más, sólo un poquito…, murmuró para sí misma. ¡Listo! ¡Per-fecto! ¡Ya están como nuevas o algo mejor, podría decir!

– ¡¿Tan rápido?!

– ¡Pati es toda una maestra, una gran maestra! ¡A recordar!

– ¡Oh, lo que has hecho por mí no tiene precio! ¡No sé cómo podría recompensarte!

– ¡Llegar a tu destino sano y feliz será la mayor recompensa para mí!

– ¡Gracias con toda mi alma a los dos! ¡Estoy tan contento y listo para andar!

– ¡Ayudándote, llegaré a Compostela contigo!

– ¡Recuerda bien!, notó el señor caracol.

– Déjame abrazarte…, pidió el señor erizo con los ojos húmedos de emoción.


TOVARASI DE DRUM

         Tovarăși de DRUM

(Relato presentado al Tercer Concurso Literario por Elena Mocanu desde Romania. Texto en su lengua materna).

– Hei, pelerinule, așteaptă, vin și eu!, se auzi o voce clară de după colț.

Pelerinul se opri și privi curios peste rucsacul său imens.

– Buen Camino!, salută domnul arici bucuros de întâlnire.

– Ultreia!, răspunse domnul melc ușor surprins, dar la fel de bucuros.

– Eu sunt Payo!, se prezentă domnul arici, întinzându-i mâna.

– Eu, Pelayo, pelerinul!, răspunse domnul melc, strângându-i mâna și îmbrățișându-l cu putere.

– Mergi singur? …ai vrea să fim tovarăși de drum?


– Dar nu suntem deja, ce zici, tovarășe Payo?

– Întâmplarea mi te-a scos în cale chiar când aveam mai mare nevoie de un tovarăș!

– Eu un cred că întâmplarea, ci drumul, care dă fiecăruia exact ceea ce are nevoie la momentul potrivit. Nimic un este întâmplător, mai ales aici! Să ții minte de la pelerinul Pelayo!

– Te-am văzut în ultimul moment, înainte să dispari după colț. Eu tocmai ieșeam de pe poteca stâncoasă. De fapt, ți-am văzut doar rucsacul mare cât o casă.

Cunosc poteca aceea. Este o scurtătură, dar toți o ocolesc.

– Mereu porți un rucsac atât de mare? Mie mi-ar fi greu și m-ar încetini.

– Da, mereu iau cu mine toată casa. Rucsacul meu este o parte din mine. M-am obișnuit, dat tu să nu faci ca mine!

– …!?

Dar nu mi-ai spus de unde vii și încotro mergi…

– De la Saintes-Maries-de-la-Mer! …pfiu, ce aventură să scap de acolo!!!, adăugă el mai mult pentru sine. Și vreau să ajung la Santiago de Compostela!

– Aventură? Îmi plac aventurile… când le citesc sau îmi sunt povestite!, arătă domnul melc râzând cu poftă.


– Iar eu am atâtea de împărtășit!...

– Avem tot drumul înainte pentru a povesti și a ne cunoaște!

– Sigur! Astfel timpul va trece mai repede, iar drumul ne va părea mai scurt!

Și mai ușor, deși nu este nici scurt, nici ușor. Dar în doi, totul e mai ușor, întotdeauna! Ține minte de la pelerinul Pelayo!

Domnul arici aprobă amuzat.

– Mai întâi, spune-mi ce s-a întâmplat cu…

– Păi... eram pe drum când… nici nu știu cum să-ncep… vai, e o întreagă aventură!..., se grăbi domnul arici.

Nu, nu, stai puțin!, îl opri brusc domnul melc.

Domnul arici rămase o clipă nedumerit.

– Cu… cu bocăncelul în mână vrei să ajungi la Compostela?

– Nu…, zise el ușor încurcat, …doar că s-a dezlipit talpa și nu mă mai ajută…


– Înțeleg… poteca aceea stâncoasă e de vină, nu-i așa? Dar eu te pot ajuta, doar pentru asta sunt tovarășul tău, nu!? Hai, știu cum să o găsim pe Pati, vestit meșter pantofar!

– O nimica toată! Va fi ca nou cât ai zice „drum”!, îl liniști doamna gâscă pe domnul arici.

– Ce veste bună!, răsuflă ușurat domnul arici. Bocănceii mi-au fost singurul tovarăș de drum până să-l găsesc pe prietenul tău, Pelayo. Acum e și prietenul meu!

– Pelayo e prietenul tuturor, ajutor de nădejde și cel mai bun sfătuitor! Și un pelerin desăvârșit, pe deasupra! Nu e de glumă!…

– Asta e de ținut minte!, interveni încântat domnul melc.

– Mergi la Santiago?, întrebă doamna gâscă foarte prinsă cu lucrul.

– Da, acolo vreau să ajung. Sper să mă ajute și bocănceii!

– Ajungi cu ei și până la capătul pământului! Garantez pentru asta!

– Așa să fie!

– Și de unde vii?, se interesă doamna gâscă de după un munte de încălțări.

– De la Saintes-Maries-de-la-Mer!

– Interesant loc! Și pe cât de interesant pe atât de misterios. Nu e de glumă, nu!? Bine că ai scăpat teafăr de acolo!

– Daaa, …ce peripeții!...

– Ei, cum merge drumul, dragă Pelayo? A plouat ceva în ultima vreme…

– Dragă Patita, doar mă știi, totul merge cum nu se poate mai bine! De data asta, mi-am propus să parcurg cel mai lung drum de până acum. Reține, cel mai lung!

– Ce nebunie!!!, exclamă domnul arici cu toată uimirea.

– Dar e o nebunie sănătoasă! Nu e de glumă!…

Asta trebuie s-o țin minte și eu!, hotărî domnul melc foarte mândru de prietena sa, doamna gâscă.

Încă puțin, numai puțin…, murmură ea pentru sine. Gata! Per-fect! Acum sunt ca noi sau ceva mai buni, aș zice!

– Așa rapid?!

– Pati e maestră, mare maestră! De reținut!

– Ah, este neprețuit ceea ce ai făcut pentru mine! Nu știu cum aș putea să te răsplătesc!

– Să ajungi la destinație sănătos și fericit este cea mai mare răsplată pentru mine!

Mulțumesc din tot sufletul amândurora! Sunt atât de bucuros și gata de drum!

Ajutându-te, ajung și eu cu tine la Compostela!

– Ține minte bine!, notă domnul melc.

Lasă-mă să te îmbrățișez…, ceru domnul arici cu ochii umeziți de emoție.

 

martes, 10 de mayo de 2022

LA PROMESA Relato presentado al Tercer Concurso Literario de la AACSCV

 

LA PROMESA                           Isabel García

     A Daniel le gusta sentarse junto a una fuente que está en el Camino de Santiago para esperar la llegada de algún caminante. La fuente mana cerca de su pueblo. A ningún peregrino le pasa desapercibido el sonido de su chorro; a ninguno, y el que menos, se moja las manos aunque haga frío.


     El chaval siempre tiene palabras de amor para los peregrinos. Los acompaña al único albergue que hay en el pueblo, regentado por sus padres. Ahora tiene siete años y entiende qué significa la palabra esfuerzo, qué representa hacer una promesa, cómo se puede dar amor y cómo debe recibirse… Con la educación que le han dado sus padres, Daniel, desde pequeño, distingue entre el bien y el mal. Sus padres nunca se olvidan de repetirle: “El amor está dentro de ti. Si lo cultivas, podrás repartirlo”. Y pocas cosas pueden resultar tan bellas como ver a una criatura inocente repartiendo amor.

     Se sienta cerca de la fuente porque le emociona ofrecer su ayuda a los peregrinos cansados, con ampollas, lesionados; le satisface acompañar a los solitarios, sus preferidos, ante todo si son viejecitos y con barbas blancas. Cuando era más pequeño, pensaba que los peregrinos con barbas eran Reyes Magos. Las palabras de los mayores para él son sabias y piensa que las promesas interiores que han hecho a Santiago, son más profundas y con mayor sentimiento. Daniel siempre acude a la fuente con un compañero ¿Qué quién es su compañero? ¿Qué si es un perro? No, no es un perro. El que sigue sus pasos es gato peludo, que llama Gato. ¡Qué nombre mejor para un gato!, responde a los peregrinos cuando le preguntan por el nombre del animal. Tan pronto se sienta en la piedra, el gato se sube a sus piernas, comienza a ronronear y a darle cabezazos en la cara.


     −Mira, Gato −el minino lo mira como si entendiera sus palabras−, allí viene un peregrino barbudo, anciano y solitario. Sacaré las cosas de mi mochila por si necesita algo. El gato lo mira y sigue ronroneando.

     Daniel extiende sobre una toalla tiritas, agujas, hilo, rodilleras, toallitas, bicarbonato, crema protectora, latas de bebida energizantes y unas ricas rosquillas de su pueblo que nunca faltan en su casa. Sus padres le han enseñado que hay que dar sin esperar nada a cambio, pero el chaval sabe que si da “dos” de amor, recibe “cuatro” cuando menos.


     −Hola, muchacho −, le dice el peregrino. Luego bebe un trago de agua y se moja la cara y la cabeza. El sol está en su cénit, y resplandece como una moneda de oro recién acuñada.

     −Me llamo Daniel. Beba una lata energizante y cómase una rosquilla. Y si trae alguna ampolla, yo soy un curandero de los pies de los peregrinos −, le dice, mientras enhebra la aguja.

     El peregrino le sonríe con mucha ternura. El gato ronronea manifestando que está contento. Daniel mira al caminante con sus ojos encendidos de amor. Se hace un silencio. El peregrino sigue sonriendo, el gato ronroneando y el chaval desparramando amor por sus ojos y haciendo un gesto con la aguja y el hilo.

     −Gracias, Daniel. No me hace falta. Vengo caminando desde las playas del Mediterráneo y por terrenos manchegos y mis pies han tenido tiempo de endurecerse.

     ¿Llegará a Santiago de Compostela?


     Esa es mi intención: llegar a Santiago con mi bordón y la concha. He hecho una promesa por la salud de mi nieta− al peregrino se le ponen los ojos acuosos y, al parpadear, ruedan dos lágrimas por sus pómulos. A Daniel también se le llenan los ojos de lágrimas y, para que el caminante no se dé cuenta, aumentándole todavía más su dolor, va a buscar a su gato. Aprovecha ese instante para que sus lágrimas del tamaño de guisantes resbalen. Como quiere animar al peregrino, le dice:

     −Yo, al apóstol Santiago, lo llamo San Santiago el Mayor. Para mí es un santo con mayúsculas. Si el apóstol Pedro es San Pedro, si Bartolomé es San Bartolomé, si Juan es San Juan, si… ¿por qué no llamamos a Santiago, San Santiago? Me quedaría conforme en llamarlo Santiago, si su nombre fuese Tiago.

     −Pienso que eres un chaval ingenioso. No lo había pensado–. Al peregrino, después de una sonrisa, se le ensombrece de nuevo la cara. −Mi nieta está enferma y en cada uno de mis pasos la llevo en el pensamiento. ¡Siento tanto amor por ella…!

     Daniel escucha. De nuevo sus lágrimas ruedan. Le pide al peregrino que se agache y le da un abrazo. Le transmite su amor y le pronuncia en bajito en uno de sus oídos: “El esfuerzo que a sus años está haciendo será recompensado”. San Santiago sanará a su nieta, ¡ya lo verá!, además sé que en su curación va a intervenir el Todopoderoso, Jesucristo.

     −¿Jesucristo? Así llamas tú a Dios. ¡Qué gracioso eres! –El peregrino sonríe. El gato ronronea. El chaval desprende todo su amor.

     −Vamos al albergue. Le diré a mamá que le prepare un buen plato de potaje. Esta delgado y debe alimentarse bien para llegar a Santiago.


     −¿Y no recoges las cosas de la toalla?

     −No, no hace falta. Quizás las utilice un caminante. Luego, volveremos con Gato.

     Ni qué decir tiene que Daniel y el peregrino pasaron juntos toda la tarde. El chaval valoraba mucho su esfuerzo, pues, sus barbas eran del color de la nieve, y, al andar, notaba que sus piernas eran torpes y estaban cansadas. Se ofrecieron la compañía, la amistad, el compañerismo y ante todo desprendieron todo su amor el uno hacia el otro.

     Daniel se levantó temprano para decirle adiós al peregrino. Le metió en su mochila una lata de bebida energizante. Con una cinta adhesiva pegó una nota. “Le he prometido a San Santiago ser más bueno y dar más amor para que su nieta se cure”.

     Cuando el peregrino encontró la nota y la leyó, todos sus pasos fueron acompañados por la cálida luz de la esperanza.

 

viernes, 6 de mayo de 2022

EL FORASTERO Y YO

 EL FORASTERO Y YO            

RELATO FINALISTA EN EL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO                    


     Era un caluroso día de verano, exactamente el 25 de julio. Desde muy temprano, junto al despertar el día, salíamos mi amo, la mula y un borriquillo a faenar al campo. Ese día hacía un calor sofocante y los truenos se oían a lo lejos. Yo avisaba al amo constantemente de la tormenta que se avecinaba, pero él estaba tan metido en su faena que no me prestaba atención. Solo cuando empezó a llover, y lo hacía con fuerza, comenzó a aparejar y cargar los aperos de la faena en la mula. De repente le entraron las prisas y el apuro por llegar a casa. Según subíamos el Camino del Pilar hacia el pueblo, en medio de rayos y truenos, como de la nada se nos unió un hombre que venía caminando y ayudó a mi amo con los animales.


     Subimos de prisa y entramos en casa por un portalón grande con el techo alto donde nos sentimos seguros. Enseguida salieron las mujeres de la casa con toallas y ropa seca para todos, a mí me dieron un mendrugo de pan. Una vez sosegados observé a aquel hombre forastero, era un hombre alto, huesudo, la barba y el pelo, algo revueltos, sujeto en la nuca a modo de coleta. La nariz aguileña y sus ojos verdes que podían parecer a veces grises, pero muy alegres. Vestía pantalón anudado en los tobillos, camisa blanca e iba calzado con unas albarcas que parecían remendadas demasiadas veces con distintos materiales con lo cual, no se sabía si eran de cuero, de trapo o de esparto. Tenía una tela grande donde guardaba sus pertenencias que anudaba a modo de hatillo. Una capa voluminosa cubría toda su figura en los momentos de frío. Para caminar se valía de una vara larga de la cual colgaba una concha del mar con una cruz, cosa que yo no había visto nunca en la vida y miraba y miraba sin parar.


     Cuando terminó la tormenta el hombre agradeció su hospitalidad a mi amo y su familia y salió por el portalón para seguir su camino. Yo salí detrás de él con mucha curiosidad. Subía la calle arriba mirando sus bonitas fachadas, al llegar a la plaza del pueblo paró en la fuente de dos caños a llenar su calabaza de agua. Fue entonces cuando con gran algarabía apareció mucha gente contenta con ganas de fiesta. Venían de la iglesia de una boda todos muy aseados y pulcros con vestidos sencillos, incluso la novia y el novio que solo se distinguían de los demás por el rubor de sus mejillas y el deseo en sus miradas. Entonces el forastero sacó del hatillo un palo con agujeros, soplaba y sonaba algo especial mientras él movía ágilmente sus dedos entre aquellos agujeros, pues todo el mundo empezó a bailar. La fiesta fue a más, todos animados entre cantos, bailes, vinos, bollos, perdices, morcillas y más vinos, fueron pasando las horas y la tarde en armonía, felicitaciones y buenos deseos de prosperidad para los recién casados. A mí la música me gustaba y de vez en cuando algo más que un mendrugo de pan me caía.


     Así llegó la noche y cada cual se fue a su casa. El forastero seguía tocando la flauta todo San Antón para arriba de lado a lado de la calle de lo animado que iba. Cuando pasó el pueblo, al principio de su camino no pudo más, extendió su capa y “durmió la mona”. Yo me quedé con él, vigilando y esperando que aquella cosa sonara.


     Con los primeros rayos de Sol el forastero despertó, bebió agua mucho rato en “La Fuente los Piejos”, se aseó y puso sus cosas en orden. Fue entonces cuando yo le entregué a sus pies la liebre que había cazado para él, la guardó en el zurrón y me acarició dándome las gracias. De repente oí la voz del amo llamándome, las campanillas de la collera de la mula sonando, era la hora de mi rutina, la que tanto quería, mi campo, mi amo, mi casa, mis animales, … Miré al forastero y nos despedimos, yo con un ladrido, él con una mirada. Adiós amigo, qué aventura nos dará hoy la vida, pues vamos a comprobarlo, y emprendimos el camino cada uno por su lado. 

                                                                    Carmen López Santayana