Como estaba previsto el sábado 31 de octubre nos reunimos unos pocos amigos del Camino de Santiago para hacer un paseo por el Castañar de Lancharrasa, en Cadalso de los Vidrios.
Aunque las previsiones iniciales del tiempo meteorológico para el fin de semana daban lluvias, a medida que se acercaba la fecha se fueron disipando esos temores, aunque el día amaneció nublado y con niebla que cubría la Peña y la Cumbre de Lancharrasa.
En esta ocasión se nos unieron amigos de Getafe, Leganés, Villaverde y Aranjuez y hechamos de menos a otros amigos de Escalona, Almorox y Navalcarnero. En total nos pusimos en camino 28 personas.
Tras dejar la calle Calvario tomamos el camino de las Erillas, y una vez sobrepasado este paraje seguimos por el camino que va hacia Rozas de Puerto Real.
Pronto el camino se empina y comenzamos una ascensión, que, aunque no es muy dura, nos animó a despojarnos de la ropa de abrigo que llevábamos mientras disfrutábamos del paisaje y sorteábamos charcos.
En la estación de otoño, Cadalso toma unos colores que la hacen más hermosa, y al verde dominante de la sierra se unen pinceladas de amarillos, naranjas, rojos y ocres, que contrastan con los cielos grises y plomizos con algunos toques de blanco y azul.
Cuando parece que el camino empieza a llanear encontramos una bifurcación y el nuevo camino vuelve a ponerse cuesta arriba, alargándose por el trazado sinuoso que nos llevará hasta el castañar.
Hasta aquí hemos pasado lo más duro y lo más sencillo, pero al adentrarnos en el castañar se pierde el camino e incluso los senderos desaparecen en el manto de hojas caídas que cubren el terreno.
Hace algún tiempo acompañamos algunos amigos a Pedro Alfonso en este recorrido y pusimos o recolocamos los hitos, o montoncitos de piedras, generalmente colocados sobre peñas para señalar el camino.
El castañar por dentro se viste de luz y de magia y pronto los asistentes no aguantan la tentación de coger unas lustrosas castañas, aunque todos sabemos que no son buenas porque no son injertas o injertás.
Los más impacientes, o los más veloces, se adelantan por delante de nuestro guía, y perdemos el sendero. Pedro Alfonso trata de poner un poco de orden mientras tratamos de localizar los hitos que dejamos en la visita anterior, y afortunadamente casi todos están allí.
Recobrado el camino correcto subimos entre vistas extraordinarias, piedras colosales y peñas cubiertas de musgo como bien nos enseña nuestro amigo Gerardo.
Elías, el más joven del grupo, con tan sólo siete años, quiere conocer los abrigos de los pastores, coger castañas, saltar de peña en peña, meterse por huecos y rincones, ... ¡Que bién dormirá esta noche!
Por fin, y casi de pronto, aparecen unas grandes peñas que forman otro abrigo natural y que es conocido como el Covacho del Tío Lolilla.
Llegados a este punto decidimos hacer el requerido descanso para recuperar fuerzas, momento que aprovecha el personal para sacar sus bocadillos, su tartera (queda mejor que su taper), su fruta fresca o sus frutos secos.
Procurando no dejar demasiados rastros de nuestra presencia nos hacemos las fotos de rigor, en la que ya faltan algunas personas que regresaron antes para asistir a un espectáculo con caballos.
Luego iniciamos el regreso, Pedro Alfonso se entretiene con esa conversación que le fluye en cualquier momento y que permite que el tiempo con él transcurra plácido y ameno. Pero de nuevo los rápidos, o los impacientes, se lanzan ladera abajo, le siguen otras personas confiadas en que conocen el camino y al final se encuentran en pequeños claros sin posible salida. Nos llaman a Pedro o a mí, Pedro con más sensatez retrocede, asciende y busca el camino correcto. Yo me lanzo en principio tras los que no supieron esperar, luego con el zarcero trato de trochar y abrir camino a las personas que me siguen.
El lugar es muy bonito, pero es muy fácil perderse si no se conoce bien. A este lugar nos ha traído Pedro y todos (TODOS) deberíamos ir tras él.
Nuestro guía, Pedro Alfonso, en una de sus amenas explicaciones. |
Cigüeñal o "cristo", artilugio para sacar agua del pozo. |
Líquenes |
Al final en la Corredera, con Pedro González, Pedro Alfonso y yo, echando de menos ese compartir un aperitivo con la gente de la marcha. En fin, otra vez será. ¿Otra vez será?
Fotos: Richard Pickers y Javier Perals.
Texto: Javier Perals.
Muy bien relatado y documentado. El castañar de Lancharrasa es un paraje cargado de belleza y naturaleza, pero también es un lugar lleno de historias de Cadalso. La Sierra,
ResponderEliminarla fuente Techá, los toros de Parache y el tío Ricardo, los huertos, las Erillas, todo está
lleno de sensaciones vividas por muchas generaciones de cadalseños y cadalseñas.
Espero que siempre sea un lugar protegido y respetado por todos.
Un abrazo.
Pedro Alfonso “Zorro Corredero”
Gracias Pedro, y los que no somos de aquí (de nacimiento) ni tenemos generaciones anteriores que vivieran en este hermoso lugar, pero que somos cadalseños de corazón y de afición y que nos gusta conocer esas pequeñas historias de la Fuente Techá, de la Sierra, ... y de todo lo que tiene que ver con Cadalso.
ResponderEliminarTambién espero que se respete este lugar y todo el entorno de Cadalso.
Un abrazo. Javier.
Buen día, buen paisaje, buena armonía, buena redacción y buenas fotos, sois estupendos.
ResponderEliminarGracias por todo Ángel Sánchez
Las tres BES, Bueno, Bonito y Barato. Pero eso lo hacemos entre todos.
ResponderEliminarUn abrazo Ángel.
Javier.
Un paraje histórico en el que se aprecia la cultura rural del hombre de estas tierras. La cultura ganadera brava y mansa, la cultura del castañar, modelado por la gestión durante siglos. Un castañar que ha producido toneladas de castañas para el consumo humano, y muchos metros cúbicos de madera para la construcción. Ahora, produce mucho bienestar al pasear por él...
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tu comentario, la verdad es que el paraje es precioso y merece la pena conservarlo, tal vez por eso no vamos tan a menudo como quisiéramos.Un abrazo.
ResponderEliminarJavier.