Como siempre, se me echó el tiempo encima, entre los previstos y los imprevistos, hace cuatro semanas que no he sacado tiempo para ir al Valle de Iruelas y preparar la visita del día 14 de noviembre.
El sábado anterior, día 7, resuelvo irme por la mañana, sin madrugar mucho. Las tardes ya resultan muy cortas.
El día amaneció despejado, soleado pero con bancos de niebla situados a cierta altura: El valle del Tórtolas precioso, el cerro de Guisando ocultando su falda media, el Charco del Cura casi desaparecido y en el embalse del Burguillo jugando con cerros y riberas.
Me fui por el Tiemblo, en la última vuelta ciclista a España una etapa discurrió por aquí y estaba muy arreglado, pero atravesar El Tiemblo un tostón, por la cantidad de pasos elevados para paso de peatones.
La primera foto para la presa, bueno en realidad me explayé y tiré unas diez o doce.
Luego fotos al embalse y a las señales que nos indican el Valle de Iruelas.
Durante el trayecto me hubiera parado 6 o 7 veces a hacer fotos, pero la carretera es estrecha y no hay muchos sitios para parar, así que hasta la casa de Las Cruceras, donde por cierto había una gran concentración de cazadores con sus todoterreno y sus remolques llenos de perros deseando salir de allí.
Entré en la Casa de la Reserva Natural y me dieron información de todas las sendas que se anuncian allí, en total 6, aunque hay alguna más: la senda botánica, la Lancha de las Víboras, el Castañar de el Tiemblo, San Gregorio, el Pozo de la Nieve y la de mayor dificultad el Cerro de la Escusa.
Vuelta al coche y subida hasta el aparcamiento del área recreativa "Siempre Verde". En un rincón de este aparcamiento está la entrada a las dos sendas que se pueden visitar.
Decido hacer primero la de la Lancha de las Víboras, que desde un primer momento toma una fuerte inclinación. Recomiendo llevar botas y bastón pues la senda discurre por varios torrentes muy pedregosos.
En algunos sitios han dispuesto piedras a modo de escalones.
El ascenso discurre entre una vegetación que va cambiando a medida que se asciende y que permite tener unas hermosas vistas sobre el valle y sobre el embalse del Burguillo.
Encuentro familias que se desplazan hasta allí con sus hijos para inculcarles el amor a la naturaleza y que realizan la senda con más calma que yo.
Ascendiendo por aquellas rampas, rodeados de los colores propios del otoño, llego hasta un mirador de aves, sencillo y discreto, aunque no demasiado integrado en el paisaje y con un fallo que a mí me parece importante, está orientado al sur y la luz del sol te da de frente.
Un mirador de buitres en el que resulta difícil hacer fotos de calidad. Estaba anunciado a media hora y apenas he tardado 25 minutos con muchas paradas para disfrutar el paisaje y hacer fotos.
Sigo el ascenso, a veces de nuevo por pedregales, y cuando el sendero empieza a descender y vira a la derecha, cambia el paisaje y cambia el camino.
En este trayecto encontraremos varios árboles singulares, como un pino situado junto a la fuente de Mahudillo.
Aunque el camino discurre suave y tapizado de verde, pueden verse en ocasiones formaciones rocosas que llaman mi atención. Una de ellas me anima a salirme del camino, me enzarzo y me entretengo, pero vale la pena.
Unas peñas que se superponen a otras o que forman un abrigo natural con la forma de un arco de un puente, forradas de musgo y con apariencia de zonas amuralladas o de canchales desordenados.
El camino presenta varias bifurcaciones pero resulta difícil perderse pues está muy bien señalizado.
El camino de descenso vuelve a convertirse en sendero, que cambia a medida que la altitud es menor, pasando por zonas abundantes de helechos y otras de hierbas y musgos.
Una hora y veinte minutos después de iniciar la senda llego al aparcamiento por otro de sus rincones, y decido hacer la senda botánica que discurre apenas en 600 metros.
Aunque las fotos de esta senda quedan para otro día.
Fotos y texto: Javier Perals.
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