COMIDA DE AMIGOS EN CADALSO.
Tras una mañana de intenso trabajo, arreglando algunas señales del Camino de Santiago del Sureste, repintando las flechas amarillas y colocando algunas señales nuevas, decidimos irnos a comer junto a la Cruz de Santiago de La Torrecilla.
Es una suerte poder vivir en Cadalso, y aunque Ángel y Eloy viven en Madrid vienen en cuanto pueden a Cadalso, seguramente no con la frecuencia que desearían, pero muchos fines de semana están por aquí.
Yo también reparto mi tiempo entre Salamanca y Cadalso pero en cuanto tengo ocasión, o necesidad, alargo los días de estancia en Cadalso de los Vidrios, donde me esperan muchas tareas: el grupo de teatro, el albergue parroquial Betania, el corral de mi casa y los paseos por el campo.
Salga hacia donde salga hay paisajes que llaman mi atención, que tienen una luz diferente, que presenta una gama de colores más rica y variada, que ofrecen su contraste de luces y sombras, que te alegran la vista y el corazón.
La mañana del martes 12 de junio presentaba esos contrastes con espacios soleados y otros al resguardo de la luz por las nubes que poblaban nuestros cielos. Salíamos al Camino y podíamos disfrutar de variados paisajes. Por eso decidimos ir a comer a La Torrecilla y prolongar nuestro contacto con los paisajes cadalseños.
Allí estuvimos los tres, compartiendo unas patatas guisadas y pollo al ajillo de "La Cocinita de Cadalso", y unos vinos, y una cerveza..., y todos los paisajes que nos rodeaban, y las conversaciones que iban y venían de unas cosas a otras.
Hablamos de viejos tiempos cuando era difícil encontrar leña, cuando se hacían paredes de piedra en las lindes, cuando se bebía del agua de las fuentes, cuando las tierras se labraban, cuando apenas había árboles en la peña.
Hablamos del Camino, de los caminantes que lo recorrieron a lo largo de los siglos, del lugar privilegiado en el que se puso Cadahalso, por supuesto de vetones y hornacinas y de la importancia del entorno en la Historia que se escribía a menos de diez kilómetros de aquí, en una vieja posada al lado de los toros de Guisando.
Comida, charla, recoger todo y dejarlo limpio, pasar y admirar la Cruz de la Torrecilla, subir a la piedra de la Torrecilla, con sus prometedores indicios de que aquello fue un lugar sagrado y lentamente, como si no nos quisiéramos ir, a Casa Carabias a tomarnos un café, al que nos invitó Miguel Santiago, nuevo rato de charla y uno a echar la siesta y los otros a Madrid.
Fotos y texto: Javier Perals.
Que bien lo relatas y que buen día pasamos.
ResponderEliminarÁngel
Puse la foto de las manos en Facebook y hay cierta expectación: han apuntado, con las pistas que he dado que podían ser: Canillo, Javier y Berbardo.
ResponderEliminarUn abrazo Ángel.
Javier.