PATROCINADORES 2024-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2024-2

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas gracias. Hemos prorrogado este patrocinio para 2025 a todos nuestros patrocinadores de 2024, a los que hay que añadir a la empresa "Extintores Hermanos Zoyo".

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

MAPA FOLLETO
MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

martes, 29 de abril de 2025

RELATO GANADOR DEL CONCURSO LITERARIO

GRATIAS APOSTOLO

RELATO GANADOR DEL V CONCURO LITERARIO DE RELATO CORTO.

                                                        Año 1496 de nuestro Señor.

             Imagen de Raquel Álvarez.
     Soy Martiros, obispo de Arzendjan. Con ayuda de Dios y su benevolencia, sirvo de guía espiritual, y otros menesteres, a la pequeña comunidad cristiana de Armenia.

     Siento que las fuerzas van abandonando este cuerpo maltrecho por el paso de los años y que los recuerdos confusos van adueñándose de mi mente. Antes de que el Señor, más temprano que tarde, decida que mi tiempo entre los mortales llega a su fin, y en la soledad de mis aposentos que ya no abandono, consagro mis esfuerzos a plasmar en estas líneas lo que aconteció durante mi peregrinación a la tumba de nuestro glorioso santo y luz del mundo, el Apóstol Santiago.

     El comienzo de esta odisea no viene motivado por el espíritu de aventura ni de buena fortuna, tan apreciado por muchos recién llegados a este mundo. En el atardecer de la vida, solo ansío contemplar amaneceres cuya luz alimente mi fe. Devoto me proclamo y soy consciente de que el sacrificio y los sinsabores que puedo hallar en el camino son la penitencia que debe de estar por encima de preocupación o interés mundano cualesquiera.


     Partimos, pues, un 29 de octubre de 1489 desde el monasterio de San Ciriaco, donde habito. Abandoné estas tierras bañadas por el Éufrates sin convicción alguna de volver a contemplar sus aguas cristalinas. Si por tierra las jornadas no carecían de grandes penalidades, por mar supusieron sufrimientos que no describiré por no soliviantar el ánimo de quien, en esta historia, ha puesto su interés.

     Arribamos al puerto de Venecia, ciudad de grandes riquezas que sorprendieron a este humilde peregrino poco conocedor de tales muestras de ostentación. En Roma, me postré de rodillas ante el príncipe de los apóstoles: San Pedro. Luego Constanza, Basilea, Colonia, Flandes, París y Bayona antes de atravesar los Pirineos para poner rumbo a Santiago de Compostela por el camino llamado del Norte o de la Costa. En Bilbao, si bien he de decir que hallé cierta dificultad en comprender el habla de las gentes que se hacían llamar vascones, me place recordar que, en todos y cada uno de los lugares a los que me allegué, su caridad y hospitalidad me reconfortaron.


     El duro camino y el tiempo inclemente obligáronme a pedir cobijo, en más de una ocasión, en monasterios silenciosos donde encontré alimento y reposo para el cuerpo y vigor para el espíritu. Las horas de contemplación y la convivencia con los hermanos en la fe y con los peregrinos que, como yo, buscaban descanso y una cura para sus heridas, infundían energía a mi desgastado tesón.

     Abandoné la costa en dirección a Oviedo, pero retorné a ella para contemplar, ya en Gallaecia, dónde muere el Cantábrico. En Betanzos, con el corazón henchido de deseos por llegar, no quise retrasar mi destino. Partí raudo sin a penas descanso, tal era mi impaciencia.

 

    Con mucho gozo contemplé, finalmente, el Pórtico de la Gloria. No podré olvidar lo insignificante que me sentí ante tan gran obra. Sé bien que es creación humana, pero no me cabe duda alguna de que la inspiración de Dios dirigió la mano del maestro Mateo. Veneré la tumba del apóstol con la faz en tierra y, con un mar de lágrimas, imploré la remisión de mis pecados.

     Es bien cierto que, lo descrito hasta ahora, no aporta a mi relato nada que cualquier otro peregrino no pudiera contar y que bien está lo que bien acaba como podríais pensar de esta mi historia. Mas este siervo de Dios no quería dar por terminado este viaje donde empieza todo, Santiago, sino donde acaba, Finisterre, la tumba del sol.

     Allá me dirigí tras renovar mis votos en la fe, pero un percance en el camino retrasó la llegada a mi hospedaje. Sorprendido por la oscura noche, avancé por un bosque sumido en un silencio sepulcral donde los animales nocturnos se guardaban de emitir sonido alguno, como espectadores de lo que iba a acontecer. Las ramas de los árboles se abrazaban y retorcían entre sí formando un dosel tupido por el que el camino se intuía más que se veía. Solo el viento osaba mecer, las hojas lo que no conseguía aliviar la congoja que se apoderó de mí. La respiración aumentada, el sudor en mi frente, el corazón desbocado como un reo aguardando su castigo. Solo a veces, las nubes dejaban espacio a la luz sustituyendo la oscuridad por sombras que la imaginación traicionera transformaba en figuras infernales. La luz nos aleja de la oscuridad, pero no siempre estamos preparados para ver lo que nos muestra.


     El silencio fue roto por un aullido y unos ojos que escupían fuego dirigieron hacia mí su mirada. Hasta mi olfato llegaba un olor putrefacto, ponzoñoso más propio del infierno que de estos verdes lugares. Indefenso y a su merced me encomendé al apóstol sabiéndome en peligro de muerte. De rodillas, implorando y rezando, esperé su mordida mortal con la que rematara este sufrimiento que semejaba eterno. Mas, tras la tardanza, abrí los ojos y nada vi. Reinando seguía la oscuridad, pero no hallé rastro de la bestia.

     Quedeme postrado, sin ser dueño de mis piernas, durante un tiempo que no recuerdo. El ulular de los búhos me trajeron de vuelta y lloré. Lloré como había hecho ante la tumba del santo, agradecido.

     Sé que fue el diablo que a prueba puso mi alma. Dijéronme los del lugar, gentes de bien cuya ayuda fue de gran estima, que a la criatura se la conocía como vákner, o lobishome, el hombre lobo, que merodeaba por esas tierras en procura de caminantes. Sea lo que fuere, yo lo vi y aún sigue en mis pesadillas mirándome con sus ojos infernales. Mas sé también que Santiago, blandiendo su espada, protegió a este su siervo del diablo inmisericorde.


     Quizá consideréis que son visiones de un anciano asustadizo desposeído de toda valentía. Puede. Mas, si ello fuera cierto y os encontrarais con él, no olvidéis rezarle a Santiago. Quizá, también, os salve. Que el mundo no es de los necios y osados, sino de los sabios para bien conocer y prudentes para bien elegir. Que las desgracias no sabemos bien por quien son mandadas porque, como bien dicen en estas tierras: Haberlas, haylas.

 Autora: Carmen Luisa Varela Abeledo, participa desde Madrid.

            Relato ganador del V Concurso Literario de Relato Corto.

2 comentarios:

  1. Felicidades y enhorabuena , un buen relato

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  2. Gracias Carmen por tu relato, que tendrá Santiago que después de tantos años nos siga inspirando algo. Ángel Canillo

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