CASTAÑAR DEL TIEMBLO

CASTAÑAR DEL TIEMBLO

     Sábado 15 de noviembre, me levanto temprano y cuando empieza a amanecer la Peña de Cadalso entre nubes. Ha estado lloviendo toda la semana pero ahora no llueve. Desde Cadalso el Cerro de Casillas se ve entre nubes. A las 9 en la gasolinera. Son más de las nueve y nos distribuímos en los coches, en total siete vehículos para 28 personas.

     Richard abre camino y nos enseña el itinerario, llegamos a Casillas, subimos por la calle del Cerrillo y seguimos hasta que acaba el asfalto. En un ensanche del camino aparcamos.

     Primero disfrutar de las vistas, la peña Muñana se ve entre nubes, Cadalso al sol, y por debajo de nosotros más nubes y un coqueto prado donde un joven potrillo nos mira con curiosidad mientras su madre, la yegua, se esconde, tímida, rehuyendo nuestras miradas.

     La gente se lanza a andar y pronto se deshilacha el grupo. Al final, casi como siempre, Pedro, Jose María y Javier los últimos. A paso lento, regodeándonos en el paisaje y en las fotos. Las fotos mejor con calma, aunque sin gente.

     Vemos a Richard hacer fotos, va haciendo fotos a todos los grupos que pasan, de pronto acelera el paso y ya está otra vez delante de todos para hacer más fotos.

     El robledal de la subida precioso, parte en Casillas, o en Rozas de Puerto Real, o en Navahondilla ..., límites territoriales que el bosque no entiende. Su ser natural es extenderse hasta allí donde le deja el hombre. Ahora aquí una carretera, o un pantano, o una urbanización, o un polígono.

     El bosque es competitivo, unas especies luchan con otras, los robles, los líquenes, los helechos, las zarzas y las enredaderas. Algún pino, algún arce y algún prado.

     El otoño ha llegado con retraso, pero ha llegado y el suelo se cubre de hojas y el bosque de colores cálidos: amarillos, naranjas, rojizos, marrones. 

Alfombra de hojas

     Aunque aún quedan árboles que parecen vivir una retardada primavera. Y alguno da la sensación que ha elegido esta época para nacer.

     Bellas fotos de conjuntos o de detalles que la madre naturaleza brinda al paseante. Y algunos nos extasiamos en ellas. No me tengo por buen fotógrafo, ni mucho menos, pero hoy mis fotos me están gustando.

     Y aún no hemos llegado al castañar.

     Ya arriba nos volvemos a juntar todos y el castañar se abre ante nuestros ojos..., y nuestros ojos se abren y se inundan con el castañar.

     Mira los troncos todos juntos, sus colores, sus ramas desnudas, sus vestidos amarillos que modifican la luz solar.

     Arriba el cielo claro, despejado, soleado; abajo el castañar umbrío, en una aparente muerte constante, en un apagarse hasta la próxima primavera, en un asumir la falta de tonalidad con un ocre que lo va invadiendo todo, pero que se revuelve de cuando en cuando con esplendores amarillos acaramelados.

     Me quedo atrás, me retraso del grupo pero no tengo la sensación de estar sólo, busco con mi mirada a otros compañeros, por allí abajo entre los troncos he visto a Pedro. Más adelante Richard me espera para otra foto. Pero no es esa la presencia que percibo.

     No me atrevo a decirlo, me tomarán por loco, Ángel me dirá que es la presencia divina y no se lo podré negar porque debe ser algo así. Aunque yo, ahora, prefiero llamarle magia.

     Sí, ¡eso es! Ésta es una mañana mágica y la magia viene con nosotros, llenándolo todo, poniendo en nuestros ojos esa admiración infantil por todo lo que nos supera, por todo lo que no entendemos.

     El castañar nos manda mil mensajes, renace de sus viejos troncos, vuelve a morir y sin embargo nosotros sólo percibimos vida.

     ¿Es todo un espejismo? ¿Un reflejo sin imagen? ¿acaso una sombra?

     Nos volvemos a juntar, nos hacemos fotos, hablamos, reponemos fuerzas, entablamos amistad con otros grupos: ciclistas, senderistas, buscadores de setas, ilusos y alucinados.

En esta foto estamos los 28 participantes en la marcha.

     Después visitamos al Abuelo, está muy deteriorado pero aún tiene algo, nos mira, nos ve, nos abraza y nos acoge.

     Y nos volvemos tras una larga caminata y una mañana muy agradable, sin lluvia aunque algo fría. Y la magia se convierte en bruma. Nos avisa que se va, que nosotros también debemos irnos..., y cuando vamos llegando a los coches aparece una fina lluvia.

Praderas de Garrido

     Pero bajando por la carretera vuelve a aparecer la magia, disfrazada de rebaño de cabras y de pastor, y de su perro Sultán.

     Y una cabra, alzada sobre sus patas traseras trata de llegar a un brote verde de hojas y nos dice su mensaje mágico: "Hay que aprovechar las ocasiones".

     Gracias a todos los que permitisteis construir una mañana mágica.

Javier Perals.

Fotos de Richard Pickers, Javier Perals y Biciglotones.