MONASTERIO DE GUISANDO FEBRERO DE 2014
El pasado 8 de febrero tuvo
lugar la primera de las visitas al antiguo Monasterio de los Jerónimos de
Guisando, concertadas por la Asociación. La meteorología adversa no fue
obstáculo para la visita, que se desarrolló sin apenas lluvia e, incluso, con
algún rayo de sol.
Toros de Guisando, Foto de nuestro archivo. |
A la hora prevista nos estaba
esperando en los Toros de Guisando Julián, el guía, miembro de la familia
propietaria de la finca, que nos facilitó el acceso en coche hasta la Cañada
Real Leonesa, donde iniciamos el ascenso a las ruinas del Monasterio, la Ermita
de San Miguel y la cueva de San Patricio, que se encuentran a media ladera del
Cerro y desde donde se domina una vasta extensión de terreno.
Un vez en las puertas del
recinto, y tras la foto de rigor, pudimos aprender datos de la historia del
Monasterio, que se irían ampliando durante toda la visita y que resumiremos en
otro post.
Comenzó la visita por los
jardines inferiores, donde hay restos diseminados de arcos, columnas y
capiteles del claustro superior o “de Novicios”, además de un antiguo aljibe,
usado como piscina. También está la piedra clave de la cúpula, con la unión de
ocho nervios, de la ermita de San Miguel. Junto a los jardines, se conserva la
fachada y paredes interiores de un edificio que se encuentra en plenas obras de
consolidación.
Bordeando la Casa de Legos,
con su porche de columnas, y las paredes de sillares de la Iglesia, pudimos
acceder a su interior por su preciosa fachada, comprobando como los arcos de
piedras de la altísima bóveda de la nave aún resisten los embates del tiempo.
Se conserva algún resto, como el púlpito y su escalinata interior de acceso.
Contigua a la Iglesia se
sitúa el Claustro, que no está completo y en el que aún subsisten algunos
elementos que denotan su antigua habitabilidad, como restos de las ventanas de
la galería superior y radiadores de hierro en la parte inferior. Encima de la
arquería hay grabados en piedra dos escudos del Monasterio. Debajo de este
claustro hay un gran aljibe.
A través de una antigua
cocina, se accede al anteriormente mencionado Claustro superior o “de
Novicios”, en el que pueden apreciarse los arranques de los arcos y una tumba
de un obispo. En una puerta figura el escudo de los Marqueses de Villena y en
otra, dos aspas de San Andrés (es curioso que siendo propiedad durante los
últimos 130 años de una familia con título de nobleza, no exista un sólo escudo
del mismo). Desde el claustro pasamos al antiguo Refectorio, techado con vigas
de madera.
Finalizada la visita del Monasterio,
emprendimos la subida a la Cueva de San Patricio, que hizo las veces de Ermita
Rupestre, donde escuchamos el eco del goteo del agua de lluvia filtrada. La
leyenda no se queda corta y dice que la cueva llega hasta Portugal.
Desde aquí, pasando junto a
las chimeneas de las cuevas pequeñas, ascendimos a la Ermita de San Miguel por
unas escalinatas labradas en la misma piedra, que nos hicieron envidiar la
solución para su acceso, y no la de las denostadas escaleras metálicas de
nuestra Peña Muñana.
La Ermita, de planta
cuadrada, también se encuentra destechada, con restos en el suelo de los
nervios de piedra que sustentaban la cúpula. Se conservan en las esquinas los
arranques de los nervios, cinco en cada una. En la puerta de entrada, de piedra
bien labrada, figura el escudo orlado de los Villena. En otro arco interior de
piedra, hay relieves de figuras florales que pudieran representar imágenes
propias de alquimistas. A este respecto, conviene recordar que el primer
Marqués de Villena sobresalió en Alquimia, Astrología y Matemáticas, lo que le
valió fama de nigromante, y hechicero, y algunos afirman que en esta Ermita
llevaba a cabo alguna de sus funciones.
Vista del Monasterio y la Iglesia desde la ermita de San Miguel. Foto de nuestro archivo. |
Contrasta lo basto de las paredes, una vez
descubiertas de su revestido, con lo artístico de los arcos y la cúpula, así
como de la ventana, flanqueada por dos banquitos de piedra. La vista que regala
la ventana es impresionante: debajo el Monasterio; más allá, el llano de la
Cañada y de los Toros de Guisando, donde en tiempos estaba la Venta y también
una fábrica de vidrio; en la lejanía, San Martín de Valdeiglesias y las
estribaciones de la sierra de Guadarrama. Hacia el sur, la Peña Muñana y, más
cerca, el muro de la Iglesia de Navarredonda, que perteneció al Monasterio.
Inscripción en la venta juradera que hizo poner la Marquesa de Castañiza, sobrina de la marquesa que adquirió el monasterio el el último tercio del siglo XIX. |
Jose Luis de Acuña Reig.
Interesantísimo...
ResponderEliminarGracias Miguel, por el comentario y por seguir nuestro blog, si estás interesado en visitarlo te puedo facilitar un contacto. Saludos. Javier.
ResponderEliminarMe pareció una visita muy interesante, con un buen guía y la chica que le acompañaba muy simpática y los dos muy trabajadores.
ResponderEliminarBravo por el artículo.
Ángel
Gracias Ángel, en la segunda visita pudimos comprobar el enorme trabajo que se está haciendo allí y sin recibir subvenciones de ningún organismo. Son muy trabajadores y muy animosos. Javier.
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