PATROCINADORES 2023-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2023-2

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MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

MAPA FOLLETO
MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.
Mostrando entradas con la etiqueta Concurso Literario. Mostrar todas las entradas
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lunes, 25 de abril de 2022

EL TRUCO. RELATO GANADOR DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

 EL TRUCO. RELATO GANADOR DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

     Durante el mes de mayo mamá no paraba de decir que estudiara mucho, porque si suspendía, nos íbamos a quedar sin vacaciones. Pero es que en casa pasaban tantas cosas, que yo estaba seguro de que Dios no escuchaba nuestras súplicas y de repente se había olvidado de nosotros. Si no ¿Por qué papá no iba a trabajar y se pasaba el día llorando, cuando creía que no le veíamos nadie? ¿Por qué mamá decía que no había dinero para el autobús y yo tenía que levantarme más temprano para ir caminando hasta la escuela?


     
Tanto daba lo que hiciera con mis exámenes, y hasta estuve seguro de que si me dejaba algo para el verano, sería la excusa perfecta para que ellos dejaran de estar tan preocupados. Podían echarme la culpa sin tener que mentir.
     Mamá empezó a hablar de hacer el camino de Santiago. Que nos iría bien a todos -dijo. Que si podíamos vivir con cuatro cosas en la mochila durante muchos días y sin protestar, a lo mejor empezábamos a ver la vida de forma diferente. Yo no sabía si se refería a verla rosa, a mirarla haciendo volteretas del revés y patas arriba, o que la vida jugaba a dejarse o no dejarse ver delante del espejo, como el fantasma que decían se aparecía vestido de peregrino alrededor de los muros de la Catedral de Santiago. O que en el camino todo era mágico porque no se podía explicar de otra forma esa leyenda de que en Santo Domingo de la Calzada cantaba la gallina después de asada.


     
Y es que yo no creía en los cuentos, porque ya había cumplido nada menos que nueve años y medio.
     Cuando a mamá se le metía una cosa en la cabeza nos arrastraba a todos. Que para eso no hacía falta ni dinero, ni coche. Que bien calzados y con ropa de deporte íbamos más que sobrados. Y que a ninguno se nos ocurriera rechistar. Lo decía porque a papá aún le hacía menos gracia que a mí ponerse botas y caminar. Yo recé para que todo fuera bien y, si era cierto que el camino era mágico y cambiaba a las personas, nos devolviera a papá como era antes de quedarse sin trabajo; porque ni siquiera me abrazaba, como si hubiera dejado de quererme.


     
Fuimos dejando atrás pueblos y más pueblos. Pasamos por Cebreros, San Bartolomé de Pinares, El Herradón de Pinares y Tornadizos de Ávila. Papá llevaba mil ampollas en los pies. Terminó la cuesta que llegaba a la Puerta del Puente y le costó una eternidad llegar al otro lado, justo donde estaba el albergue de peregrinos Las Tenerías.
     Mamá lo dejó descansar un rato antes de la ducha, pero se puso muy seria al decir que la misa del peregrino no se la perdonaba por nada del mundo. Papá renegó mirando la litera y estuvo a punto de decir que no daría un paso más, pero finalmente nos acompañó a misa. Olía demasiado a incienso, mamá dijo que para disimular el olor a sudor, aunque algunos decían que servía como purificación del espíritu. Todos los bancos estaban llenos de gente. Algunos nos habían adelantado durante la jornada. Otros habían hecho la ruta en veces porque caminaban con muletas, iban en sillas de ruedas y les costaba bastante más que a nosotros completar las etapas. 


     No fue una misa como la de mi primera comunión, que va. El cura leyó uno a uno todos los nombres de quienes habíamos sellado la credencial ese día y tras leer el evangelio, nos invitó a que dijéramos en voz alta los motivos por los que estábamos haciendo el camino.
     Porque hice una promesa; porque quería encontrarme a mí mismo; porque el año pasado llegué hasta la muralla de Ávila y tenía que retomarlo donde lo dejé; porque es mágico. Cuando me tocó el turno no supe qué decir. ¿Porque igual le traía un trabajo a papá? ¿Porque mamá ya no sabía qué hacer para que todo volviera a ser como antes? ¿De verdad era cierto eso de que el camino nos cambiaba como personas? Mamá tampoco contestó. Miraba espantada a papá porque no paraba de llorar. Pero se sonó los mocos y se puso de pie para confesar: “No sé si mi familia me merece. Les he hecho sufrir tanto que me puede la vergüenza y el arrepentimiento. Fue mi esposa y mi hijo (dijo señalándonos) quienes me arrastraron a esta aventura. Vine escéptico, para que decir lo contrario. Tengo que darles las gracias, porque lo que realmente estoy sintiendo no puedo expresarlo con palabras. También quiero dar las gracias a Pedro y a José, los hospitaleros que nos han recibido a nuestra llegada. Han tenido para mí palabras breves, pero concisas, de esas que llegan al alma y obligan a reflexionar. Gracias a cada uno de vosotros, compañeros de este peregrinar, por hacerme ver que puedo recuperar la serenidad perdida y empezar a ver la vida de otra forma.”


     
Tras unos minutos de silencio (un silencio cargado de ternura y sentimiento) llegó el rito de la paz. Papá nos abrazó a mamá y a mí como si temiera perdernos  en aquel mismo instante. Fue el momento más maravilloso del mundo, tan especial que me alegré de no haber suspendido y de que a mamá se le hubiera ocurrido pasar las vacaciones caminando todos juntos hacia Santiago de Compostela. Después de eso, nada malo podía pasarnos. En todo caso, las cosas irían a mejor porque estábamos más unidos que antes.

     Supe que lo que había escuchado a algunos de los peregrinos era cierto. El camino era mágico. Solo tenía que esperar. Quién sabía cuántos trucos de magia nos quedaban por ver antes de alcanzar la Compostela.

                                                                Lourdes Aso Torralba

miércoles, 20 de abril de 2022

RESOLUCIÓN DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO

 RESOLUCIÓN DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

     Ya tenemos ganadora del Tercer Concurso Literario de Relato Corto organizado por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios.


     Este año se han presentado un total de doce Relatos de los cuales dos proceden de Cenicientos, uno de Cadalso de los Vidrios, uno de Madrid, dos de Jaca (Huesca), uno de Valencia, uno de Albacete, uno de Mallorca y uno de Sevilla; los otros dos proceden de Galati en Rumanía y de Bélgica.

     El jurado ha estado compuesto por:
Pilar Campos Benito, escritora de poesías, ha publicado ya varios libros y es miembro de nuestra asociación.

- Raquel Sebastián, se dedica a las artes escénicas con especial atención al mundo infantil, ganadora del Segundo Concurso Literario de Relato Corto organizado por la AACSCV de Cadalso en 2021.

- Miguel Moreno, colaborador en el blog de "El zorro corredero" con textos cargados de recuerdos y emotividad y simpatizante de nuestra asociación.

Alberto, librero y editor  

- Eugenio Baquera en representación de la AACSCV.

     La decisión ha sido difícil pues la calidad de los relatos presentados hacían complicado elegir el que más ha gustado. De los doce relatos presentado tres llegaron a la final y entre ellos se ha elegido el que más ha gustado. Nunca esto quiere decir que unos sean mejores que otros. Los relatos finalistas han sido: "El truco" presentado bajo el pseudónimo de Pacul, "El forastero y yo" bajo el pseudónimo de "Bolicha", y "Un recorrido buscando las huellas" bajo el pseudónimo "Fraterna Montis". 

     El relato que ha resultado ganador es "El truco".


     Abiertas las plicas con la identidad de los participantes resulta:
Relato ganador "El truco", autora Lourdes Aso que envía su relato desde Jaca (Huesca).
Relatos finalistas: "Un recorrido buscando las huellas", autor Manuel Monteagudo que nos manda su relato desde Valencia; y "El forastero y yo" cuya autora es Carmen López que nos hace llegar su relato desde Cadalso de los Vidrios.

     Felicidades a la ganadora del concurso, a los autores de los relatos finalistas y a todos los participantes en este Tercer Concurso Literario.

Realiza la entrada Javier Perals.

sábado, 10 de julio de 2021

EL OTRO CAMINO DE LAS ESTRELLAS. Relato de

 EL OTRO CAMINO DE LAS ESTRELLAS                    Relato de Mari Carmen González López                             

   Nada tienen que ver con mi aldea estos parajes: su humedad y la delicadeza con la que el sol los mima, engendran una vida que nunca antes conocí.

   Continúo viajando, pero mi destino ahora es bien distinto; ya llegué a la Tierra Prometida y, en agradecimiento, iré a visitar al Santo Apóstol. Mis antepasados me acompañan de nuevo, nunca camino solo.

   Como no hace mucho, me dejaré guiar por las estrellas; aunque este sea otro recorrido, de nuevo ellas me orientarán.

                           EL OTRO CAMINO DE LAS ESTRELLAS

   Durante meses conviví con la crueldad y la esperanza de la mano. No experimenté ni un solo momento de tranquilidad, ni siquiera cuando el agotamiento me rendía y conseguía dormir. El trayecto fue duro, demasiado para un joven con sueños como lo fui yo.

   No iba solo; compartí mi miedo y mis dudas con un grupo de personas que también intentaban escapar de la miseria y el horror pero, por desgracia, juntos comprobamos que lo que habíamos sufrido podía superarse con creces.

   Me gustaría decir que todo pasó, mas no creo que mi mente me exima jamás de tanto horror. Tampoco sé si algún día podré hablar de ello sin miedo, aunque quizá esa sea la única forma de liberarme. No hace mucho descubrí que existen ángeles en la Tierra, y algunos de ellos me han traído hasta aquí para disfrutar de cada segundo de mi peregrinaje por el Camino Francés del Camino de Santiago.

   Es una bendición recorrer estos pueblos. Puedo caminar de día sin temor a ningún ataque. Disfruto del olor de sus bosques, de sus ríos y lagos de agua transparente. Me sorprende el frescor del aire que respiro, los sonidos serenos de los animales que disfrutan libres de unos dones que a otros se nos han negado.

   Es todo tan diferente en mi país…

   En África, durante nuestro recorrido por el desierto, antes de que amaneciera cavábamos un agujero grande en la arena y nos cobijábamos en él intentando salvaguardarnos de los inclementes rayos de sol y de las mafias que nos buscaban para robarnos el dinero que llevásemos escondido. Lo mucho o poco que habíamos atesorado, y que ellos se creían en el derecho a usurpar mediante golpes y vejaciones. Esos ahorros que, para nuestros padres, eran el pasaporte hacia la libertad de sus hijos e hijas; el camino hacia una vida segura, sin tener que soportar los horrores de las guerrillas y la angustia  de un futuro incierto.

   Cada vez que llego a un albergue para descansar explico, en mi pobre castellano, que me dirijo hasta la tumba del Apóstol. Entonces dejo de adivinar la lástima o la desconfianza en los ojos de quienes, extrañados, me atienden. Descubren que tenemos un deseo común y esto nos hermana. Me prestan su ayuda y vuelvo a creer en el ser humano. He aprendido que no solo el miedo une, la paz también. Ya no es imprescindible caminar bajo las estrellas y descansar de día, oculto entre arena o matorrales secos. Ahora duermo en una cama, en un edificio con todo lo necesario para descansar y asearme; con otras personas que, como yo, tienen inquietudes, sueños, anhelos y deseos de compartir sus experiencias, sus temores; de prestar su ayuda y dar aliento con una simple sonrisa.

   Y es que, al llegar al norte de África desde mi país, Burkina Faso, entendí qué es el racismo: nos llamaban “africanos”, como si ellos no lo fuesen. Nos escupían y golpeaban al primer descuido. “Mi conciencia está tranquila”, me repetía cada vez que notaba que me miraban o me trataban mal. Jamás podré entender qué les hacía sentir diferentes.

   Aquí encuentro muchas iglesias en mi camino, y en todas ellas entro para agradecer cada paso que doy. Me educaron en la alegría por vivir, en el respeto a mis mayores y a cualquier ser viviente. Nadie es mejor que nadie, ya que todos somos hermanos. Mi abuela me contaba, siendo aún un niño, que nuestro color de piel se debía a que el sol se demoró un poquito más en nuestra tierra, admirando la alegría de nuestras gentes y que, por ello, tenemos un tono más tostado que las personas de otros países. Sin embargo, todos provenimos del mismo amor divino, ya que nuestra alma no tiene color. Eso lo he comprobado en cada pueblo que durante este Camino he visitado. En cada pequeño colmado, en las calles repletas de historias que la gente mayor va contando con los ojos cargados de añoranza, en los ríos henchidos de vida, en las plantas y árboles que me hacen respirar con el pecho bien abierto.

   El aire está preñado de calma, el agua de alegría, los bosques de belleza y los senderos de la sabiduría de los que anduvieron por ellos y los hicieron mejores para los que llegásemos después.

   Mi espíritu se llena de sosiego a cada paso. Mi piel, esa que el sol tostó por capricho, recibe sus rayos con deleite. Mis ojos recogen imágenes que no quiero olvidar jamás y mi mente se deja llevar sin más pesar que el esperar que los míos sigan bien, ajenos a los horrores por los que pasé hasta llegar aquí.

   No sé qué haré después de llegar hasta el Santo Apóstol; posiblemente vuelva sobre mis pasos y continúe mi vida viajando hacia otro lugar. Quizá mi destino sea el de peregrinar y no pertenecer a ninguna parte más que al corazón de los míos. Desde donde esté les ayudaré en todo lo que pueda. Ellos son mi historia y mi vida, como ahora lo es este Camino que me ha hecho encontrar la paz y la seguridad de que el ser humano es bueno por naturaleza. Ya no lo dudo.

   Lo demás es pasado, y aún queda mucho por recorrer. Me dejaré guiar, como siempre, por las estrellas. Ellas saben mostrarme la mejor ruta.

              Terminado el 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas.

sábado, 3 de julio de 2021

DECISIONES. Relato de Gloria Fernández Sánchez.

 

   DECISIONES                                       Gloria Fernández Sánchez

   Estaba yo en Cenicientos, en el puente romano, cuando lo vi. Se trataba de un muchacho alto, atractivo, que peregrinaba también, pues llevaba el bastón con la concha. Él hizo un rictus, casi imperceptible, de reconocimiento, pues no había nadie más. Nos hallamos de nuevo en una cafetería.


   — ¿Vas hacia Cebreros también? ¡Ah! ¿Te he dicho que me llamo Julio?

   — Yo soy Anita. No es un diminutivo, me bautizaron así.

   Mientras comíamos un bocadillo de jamón y sorbíamos un café, sacamos nuestros respectivos mapas. Prácticamente coincidían. Pero si algo había aprendido ya del Camino era el no imponer espacio, ni presencia, a mis compañeros de viaje.  

   — Nos iremos topando, entonces. Te paso mi número de móvil, por si necesitaras algo —dijo Julio.

   — Pues yo te regalo algo muy valioso. ¡Tiritas especiales para las ampollas! Toma unas cuantas. Me alegra haberte conocido.

   Y perseveramos, cada uno por su cuenta. Nos volvimos a encontrar cerca de la iglesia de La Asunción. Yo quería rezar, sin poder. Ya en Cadalso habían vuelto a sellar mi carnet de peregrina.


   Entramos en un café muy acogedor. Tenían una chimenea encendida, a pesar del buen tiempo reinante.  Hablamos de la infancia y de nuestras mutuas orfandades. Después, nos animamos.

   — ¡Bueno, Anita! ¿Cómo van esos ánimos romeros? Solo por lo que me diste para las ampollas, te debo­ eterna gratitud.

   — Me parece que hoy estoy sufriendo lo que denominan “un pinchazo”. No sé para qué estoy aquí, ni veo sentido alguno a esta caminata.

   Fue la primera vez que noté cómo Julio se ponía serio, grave.

   — Es parte de la fisiología del peregrino. Quien no duda, no avanza. Aconsejaría que te quedases en el albergue un par de días, y que en él recapacites.

   El albergue era muy agradable. “Da lo que tengas, coge lo que necesites”, ponía un cartel a la entrada. Todas dejábamos lo ya no esencial y recogíamos otros enseres en sus estantes. Un trueque de hermanos.


   — Yo también he de permanecer aquí. Mañana, o al otro, llegará un amigo, con el que he de discutir unos asuntos. Estoy en la sección masculina.

   Al acostarme, sentí una voz lejana, dulce, que llegaba de muy lejos. Anhelaba llorar, era esa una de mis peticiones al Santo, mas un nudo en el cuello lo impidió. Cuánto buscaba el desahogo.

   Creí haberle gustado a Julio y, al fin, era esto algo natural. El inventarse una historia de un conocido, al tiempo que me aconsejaba una reflexión, formaba parte de esa danza del halago y del cortejo.

   Pero al día siguiente, cambié de torna, decepcionada. Julio había desayunado ya y caminaba en dirección al Alberche. El tiempo primaveral y embriagante lo justificaba. Mas no había pensado en mí.


    Aun sabiendo que no era cortés, ni discreto, me acerqué a un regato. Al poco vi las cabezas y oí, a lo lejos, las voces de los dos chicos. Enseguida hice notar mi presencia.

   — ¡Cuánto siento molestar! ¡Estáis aquí! Sigo por aquel sendero.

   — ¿Por qué? Anita, te presento a Juanma —repuso Julio.

   — Hola, pues encantada. Os dejo. Tendréis cosas de que hablar.

   — Una de ellas eres tú. Así que te pido, por favor, que nos acompañes un poco.

  Juanma, que se hallaba bebiendo un zumo, me pasó un vaso de cartón con trocitos de hielo. Se lo agradecí, pues el sol picaba ya.  

— Me habéis dejado atónita. Con eso de que yo era el tema de conversación. 

— Juanma y yo somos sacerdotes.  

— ¡Ah! Y no pude articular una palabra más.     

— Pero mientras Juanma está bien seguro de su vocación, yo vacilo, pues me atraen las mujeres y no sé qué bifurcación tomar.   Empecé a reír nerviosamente. Ninguno lucía alzacuello.  

— ¡Es la primera vez que un cura se me confiesa y no yo a él!  

— De hecho, llevo varios días pensando en ti, en localizarte, en verte.  

   Me quedé de piedra. Unos pececitos se acercaban a nosotros. El agua estaba límpida. Al discernir su estado eclesiástico, todo afán de caricias o intimidad había desaparecido.    

— Tú dudas sobre la existencia de Dios. ¡Pues ya ves! Los demás tampoco vemos clara nuestra posición en el mundo.


   Juanma no se sentía molesto. Si hubiese percibido el más pequeño signo, me habría escapado. Se diría envuelto en sus meditaciones.  

— Cuando Anita me dijo —se dirigía, obviamente, a su compañero— que había quedado huérfana de padres, como yo, me llamó la atención. ¿Es eso lo que estamos buscando? ¿Un Padre nuevo, un sustituto? ¿O una pareja? ¿O que Dios nos oriente?   — Creí que la única desnortada era yo.  

— No, Anita. El titubeo existe. Para ti y para todos. Aunque me parece que he tomado una decisión. Voy a volverme con Juanma a nuestra casa y orar, rogando luz. 

— Yo quisiera completar el Camino. He pedido dos meses libres en el trabajo. No voy a tener otra oportunidad como esta.

— No me gustaría haberte ofendido en nada. Si he dicho que me has atraído, no debes enfadarte. Ojalá te sea útil y bello este Camino que sube al norte. Y que asciende también, de otra forma.

— Yo te deseo lo mejor, Julio.

— Reza por mí a Santiago. En otra ocasión iré a cumplimentar bien la visita. Por de pronto, ha concedido lo que le iba a pedir. Aclarar este batiburrillo que tengo en la mente. Y recuerda que nunca­, jamás, estarás sola. Como te sentiste de niña. Nunca. Hay una Mano que no te abandona.


  Cuando ya se hubo ido, me senté junto a la corriente, en un cañaveral. Y lloré todas las lágrimas acumuladas, ­las que se habían atascado durante años. Se atendían mis plegarias, al fin. Aunque nunca he sabido si salían furiosas de pesar o radiantes de alegría.

domingo, 27 de junio de 2021

ENTREGA PREMIO SEGUNDO CONCURSO LITERARIO

 ENTREGA PREMIO SEGUNDO CONCURSO LITERARIO.

     Tras dos aplazamientos por fin ayer, 26 de junio de 2021, pudimos hacer entrega del premio al relato ganador del Segundo Concurso Literario de Relato Corto organizado por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios.


     Las medidas sanitarias adoptadas por las diferentes administraciones públicas habían impedido hacer la entrega del premio a la autora del relato ganador de la edición de este año. Claro que peor nos fue con la primera edición en 2020 que ni siquiera pudimos hacer un acto de entrega del primer premio.


     Para tratar de homenajear a los dos ganadores, el del año pasado José Antonio Rodríguez Alva y la de este año Raquel Sebastián Poza, fue el ganador del año pasado quien hizo la entrega del cheque simbólico a la ganadora de este año quedando así imagen patente de ambos ganadores.


     Siguiendo los consejos sanitarios aún en vigor, el acto se realizó en el patio del albergue parroquial Betania, donde habíamos instalado una carpa para refugiarnos de los rayos del sol. Al acto habían sido invitados los componentes de los jurados de las dos ediciones, los miembros de la junta directiva encargados de la organización del acto y los dos ganadores. 


     Nos quedamos con ganas de invitar por correo a todas las participantes de ambos concursos entre las que se encuentran varias personas de Cadalso. Esperemos que lo podamos hacer en la próxima edición.

     Tras el acto de entrega del simbólico cheque se hizo entrega de un vale por valor de veinte euros de nuestra patrocinadora Papel Prim, por parte de nuestra compañera Ester López, ya que Concha García Boj debió atender su negocio hasta pasada la hora de entrega del premio.



     Finalizado el sencillo acto en el que tanto José Antonio Rodríguez Alva, como Raquel Sebastián Poza, nos dirigieron palabras de agradecimiento por la convocatoria de este concurso, se realizó una visita guiada tanto al Albergue Parroquial Betania como a la exposición "El Camino de Santiago del Sureste a su paso por la Comunidad de Madrid, instalada en la planta alta del edificio Betania y que aún no ha podido ser inaugurada oficialmente.


     Mientras se realizaba esta visita otros miembros de la Junta Directiva preparamos un frugal aperitivo donde quisimos hacer homenaje a los vinos de Cadalso de los Vidrios, causando una enorme acogida un vino blanco con toques de naranja de las bodegas Frontelo. También fueron muy bien valorados los tintos que se abrieron, pues al no ser muchos los presentes con dos botellas hubo de sobra.




     El aperitivo de queso, dátiles y mojama de membrillo se complementó con dulces de Cadalso, además de rosquillas y galletas de avellanas elaboradas por la propia ganadora del concurso.


Incluímos el cartel de patrocinadores 2021.


Fotos: Richard Pickers y Raquel López.

Texto: Javier Perals.

sábado, 12 de junio de 2021

CADALSO 2.101 SEGUNDO RELATO FINALISTA DEL CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

 CADALSO 2.101  SEGUNDO RELATO FINALISTA DEL CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

Autor: Ignacio Ceballos Viro, vive en Chapinería (Madrid).

- ¿Ultría?

- No, no: ultreia –respondió la mujer.

- Qué significa –exigió secamente el desconocido.


 
       En ese momento ella se dio cuenta. Era eso lo que su compañero le había estado queriendo advertir desde que el desconocido había entrado. Con los codazos, los silencios inusuales, los “Aurora, ¿no deberíamos ir a arreglar la habitación 3?”, sabiendo de sobra que ese dormitorio siempre estaba listo para la llegada de peregrinos. Hubo una pausa larga. Iba a replicar “Usted no es peregrino, usted no camina a Santiago, ¿quién es y qué hace aquí entonces?, pero su compañero se adelantó diciendo:

        - Es un saludo. Un viejo saludo de peregrino. Le dicen ultreia y usted responde ultreia.

        Su compañero habló con naturalidad, pero Aurora lo conocía desde hace treinta años y percibía un matiz ronco en su voz, la respiración agitada por el peligro.


 
       El desconocido había llegado hacía veinte minutos. Aurora y Ángel habían acabado de cenar y repasaban los nombres: “Ruta de Levante. De Toledo a Ávila: Torrijos, Escalona, Cebreros…”. “Llegando a Cadalso de los Vidrios habían borrado todas las flechas, no quedaba ni una”, había dicho Ángel. “¿Las repintaste?”, preguntó Aurora. “Las que pude”, respondió él, “me quedé sin pintura. Volveré mañana”. “Ve con cuidado, no es seguro repetir lugares, lo sabes”. “Lo sé, tranquila”. Y siguieron repasando: “De Ávila a Zamora: Gotarrendura, Arévalo, Medina del Campo…”. La memoria era imprescindible. Internet lo cambia todo cada poco tiempo, la voz y la memoria eran lo único verdadero. Justo cuando estaban diciendo “Sieteiglesias, Toro, Zamora…” se oyó un ruido en la puerta y era el desconocido, que había entrado sin llamar.

        - Esos nombres no existen. No queda nada entre Toledo y Ávila. Solo este lugar… ¿Se puede?

        Se había condensado un silencio raro. Aurora oyó cómo Ángel se atragantaba con el agua. Pero no captó las señales. Se le activó la rutina, se puso en pie y se acercó al recién llegado.

        - Bienvenido, pase. Puede dejar sus cosas en aquel rincón. El móvil tiene que apagarlo y meterlo en el congelador, que está ahí. Le podemos preparar la cena.

        - ¿La cena? Sí, claro. ¿No hay nadie más?

        Aurora sacudió la cabeza:

        - Va a hacer un año que no se alberga nadie. Ya ve. ¡Año compostelano!


 
       Aurora no se daba cuenta de que Ángel no se había movido ni había dicho palabra aún. Que estaba pálido y petrificado mirando al desconocido entrar, posar una bolsa negra en el suelo, colgar el chaquetón y quitarse la sobaquera de la pistola, dejarla sobre la encimera, dejar también la placa y sentarse en la banca. Lo había reconocido. A ese lo conocía de sobra.

        - ¿Hace mucho que es usted ciega? –le preguntó el recién llegado a Aurora.

        La sala era amplia, pensada para que una docena de peregrinos pudiera estar cómodamente, cocinar, comer, descansar, charlar… Charlar era importante entonces. Ahora el desuso había convertido rincones en trasteros improvisados, y muchas luces fundidas arrojaban celosías de sombras.

        - Muchos años, sí –respondió Aurora después de un intento de cálculo que abandonó-. Fue un dron, cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles. Me seguía, yo era joven, le tiré una pedrada y le rompí una hélice, pero al perder el control cayó hacia mi cara y… bueno. Fui bastante idiota.

        Entonces Ángel había preguntado por primera vez lo de si la habitación 3 estaba lista, y si debían subir a arreglarla para el desconocido. Pero el desconocido lo ignoró y siguió hablando con Aurora:

        - Sí, los drones. Conozco bien los rastreadores. La nueva serie cinco, los que lanzan descargas.



       Y continuó describiendo todos los detalles en el sistema de control, sin dejar detalle: el nombramiento del Cuerpo de Vigilantes de Seguridad e Higiene con sus diferentes secciones; las patrullas de los caminos; la monitorización de los albergues y luego su ilegalización, con la fecha exacta; el traslado del Santo a una cripta de seguridad inaccesible; la represión de manifestantes; el paso del tiempo, el olvido, el abandono.

        - Vaya, lo conoce bien… Pero nada tuvo que ver la higiene, como dijeron –replicó Aurora, aunque Ángel trataba de callarla con un carraspeo-. Ni la propagación de enfermedades en el camino, ni la promiscuidad, decían, del contacto humano… Todo ha sido para enriquecer al Stellarum Park.

        - Aurora, vayamos a preparar el piso de arriba –aprovechó para suplicar Ángel, poniéndole una mano en el brazo. Pero ella, nada. A Ángel se le iban los ojos a la pistola una y otra vez, ahí expectante, amenazante, fría.

        - Han detenido a tanta gente –siguió ella-, han hecho desaparecer a tantos amigos, a tantas personas de fe y esperanza. ¿Ir a Santiago en tren hyperloop y llegar en dos horas desde cualquier lugar de Europa? ¿Para pagar y ver unas atracciones de una Edad Media de cartón piedra?

        - Me consta que la vida de peregrino y la de hospitalero es arriesgada.


 
       - Mucho. Pero aquí seguimos. Ya casi nadie se expone. Es peligroso. Es clandestino. Nos hemos convertido en una especie de orden secreta. Ya nadie viene por aquí. Ya nadie nos dice ultreia.

        - ¿Ultría? – dijo el desconocido.

        - No, no: ultreia –respondió Aurora.

        - Qué significa.

        Ángel saltó sobre la encimera y agarró la pistola. Apuntó al desconocido entre las cejas y dijo, masticando las palabras:

        Es un saludo. Un viejo saludo de peregrino. Le dicen ultreia y usted responde ultreia.

        El Vigilante de Seguridad e Higiene no pareció alterarse. No se movió de la silla. Cambió la mirada de Aurora a Ángel y de Ángel a Aurora y poco después se arrancó una carcajada franca y larga.

        - Así que no lo sabéis… ¡estáis absolutamente desconectados del mundo! Hoy ha sido el último día de mi cuerpo de vigilancia. Caput. Finito. The end. Ya no hacemos falta. Hemos vencido. El miedo ha vencido. A todos. Ya no se os considera un peligro, sois… idealistas en extinción imparable. ¡Ja! La verdad es que sois tan extraños. ¡Fascinantes! No acabo de entender cómo habéis resistido tanto tiempo. Joder, mis vigilantes han sido tan persistentes. Quedaos la pistola, os la regalo. Y la placa.

        Y volvió a reír. Muy lentamente Aurora y Ángel dejaron de parecer estatuas. Él bajó el cañón de la pistola y se miró las manos y las puntas de los pies. Aurora recuperó el color.

        - Y ahora… Entonces… Si no nos va a detener… ¿a qué ha venido?

        - Lo primero a cenar, si aún sigue en pie la oferta –respondió el hombre con su voz endurecida. Luego dormiré un rato en la habitación 3, ¿no es eso? Y mañana…

        - ¿Mañana?

        - A Santiago. Caminando. Se hace siguiendo esas flechas que nunca conseguíamos borrar, supongo. Y diciendo… ¿cómo era… ultreia?


jueves, 20 de mayo de 2021

POR EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS.

 POR EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS.

    El exceso de tareas y tener repartido el tiempo entre Cadalso y Salamanca me están impidiendo dedicarme con mayor intensidad a hacer algunas entradas en el blog y hay una que no se puede demorar más.

   


El pasado martes 4 de mayo fallecía Ermanno Bianchi, una persona que era pura bondad y que además fue el peregrino que inauguró el Albergue Parroquial Betania el 5 de mayo de 2018.

    Se unió a nuestra fiesta y comió con nosotros en nuestra sede de la calle La Iglesia y dijo sentirse abrumado por tantas atenciones, era el primer peregrino acogido y la razón de ser del Albergue.


    Al día siguiente llegaron Adela y su marido. Adela es una luchadora que ha superado los numerosos obstáculos que le ha puesto la vida. Coincidieron con Bianchi en parte del camino y desde entonces mantenían una estrecha amistad. Ella ha sido quien me ha informado que Ermanno realiza ahora el Camino por las Estrellas.

    Querido Ermanno, quedas grabado en nuestro recuerdo, gracias peregrino y buen Camino.

Fotos: Facilitada por Adela y por Richard Pickers.

Texto: Javier Perals.

lunes, 26 de abril de 2021

EL NIÑO DICHARACHERO DEL ALBERGUE. RELATO FINALISTA EN EL SEGUNDO CONCURSO LITERARIO DE LA AACSCV

 EL NIÑO DICHARACHERO DEL ALBERGUE. RELATO FINALISTA 

EN EL SEGUNDO CONCURSO LITERARIO DE LA AACSCV.

Por ISABEL GARCÍA VIÑAO

Estudié Magisterio por la Especialidad de Ciencias. Aunque mi verdadera vocación es la enseñanza a niños con algún tipo de discapacidad, actividad que realizo a nivel particular. Mis aficiones son el Arte Románico, el coleccionismo de fósiles, la micología y la escritura. Comencé a escribir a los 43 años. Escribo en prosa y en verso. He publicado dos libros, uno en cada modalidad. He obtenido alrededor de 300 premios literarios y el reconocimiento es el que me empuja a seguir escribiendo en el poco tiempo libre que, generalmente, cuando se trabaja se posee.

EL NIÑO DICHARACHERO DEL ALBERGUE.

-No deje ni una cucharada y tómese el Maragato caliente –le dijo el chaval al peregrino al servirle un bol con cocido.

-¡Uhmmm, que bien huele!, le respondió el caminante, al inhalar los efluvios del caldo.

-Pues lo que bien huele, bien sabrá.


-Mañana, con este cocido, podría hacer dos etapas; en lugar de llegar a Ponferrada, podría terminar en Villafranca del Bierzo. Mi tía guisa muy bien. Me regaló este delantal y vengo a ayudarle cuando puedo. Me gusta hablar con los peregrinos, sobre todo con los solitarios. ¡Ah, y a todo esto!, ¿ha visto el perro que hay en la puerta de la entrada al albergue?

-Sí, y es precioso. Será tuyo, claro.

-No, es de mis tíos, pero como si fuera mío. Se llama Peregrino.

-¡Qué nombre tan original! –exclamó el peregrino.

-Además, el nombre le va muy bien porque acompaña a algunos peregrinos un pedacito del camino y cuando se cansa se da media vuelta y vuelve a casa. Le compré un collar con la concha de Santiago.


-Del collar no me he dado cuenta. Mañana, cuando emprenda el camino, me fijaré.

-Mi tía quiere tantísimo al perro que, en su honor, al cocido lo llama “maraperro”.

-Este “maraperro” está buenísimo. ¡No tengo palabras!

-Yo, cuando sea mayor, haré el Camino en solitario. Lo comenzaré en Francia, en Vézelay.

-Yo lo empecé en España, en Roncesvalles. Y a todo esto, ¿qué te gusta preguntar a los peregrinos solitarios?

-Qué pensáis en el Camino. Al ir solos tenéis mucho tiempo para pensar y ser espiritualidosos.

-Por cierto, pequeño, me has dicho el nombre del perro pero todavía no sé el tuyo.

-Santiago, como el apóstol peregrino. ¿Y el tuyo?

-Pedro.

-¡Ahí va! Como el que lleva las llaves para abrir las puertas del cielo para que entren los buenos.

El peregrino río con las ocurrencias del chaval. Era dicharachero, natural y su alegría se contagiaba con facilidad. Pero, en ese momento, al peregrino, se le ensombreció la cara. Realizaba este Camino por segunda vez, cuatro años atrás lo había hecho junto a su esposa fallecida. A pesar de no tenerla, en el Camino hablaba con ella, le recogía flores para ofrecerle, recordaba sus ojos, sus palabras, sus gestos, sus ampollas y heridas en los pies, su capacidad de sacrificio ante el cansancio en el Camino de Santiago… La nostalgia era su inseparable compañera y esta tristeza melancólica le impulsaba a soltar soliloquios al aire. En ese instante, el peregrino tuvo la necesidad de hacer partícipe al chaval, ¿por qué no? Y, por ello, le dijo:

-Te voy a contar un secreto. En la soledad de mi camino hablo con las piedras, con los pájaros, con los árboles, con las flores… Antes tenía a mi esposa pero ahora… ahora ya no está aquí. Está en ese otro mundo, junto a Santiago Apóstol, por ejemplo. ¿Y sabes cómo intento hacer frente a la soledad?

-No –respondió el chaval enseguida, desdibujando su sonrisa y ensombreciendo también su cara.

-Soltar soliloquios al aire.

-¿Solilocos? ¿Eso dice que suelta al aire? Porque esto no quiere decir que usted esté loco, ¿verdad?

-Te lo explico, Santiago. Ayer, cuando atravesaba el río Rabanal Viejo, hablé con el agua y le lancé una petición en voz alta: “Agua, me gustaría que llevaras mis susurros a los oídos de Paloma y que le dijeras cuánto la echo en falta”. Luego, hablé con un árbol al que le agradecí su sombra. Bajo ese mismo árbol, había estado con mi esposa. Allí lloré, y no en silencio, sino con sollozos en alto que los esparció el viento leonés por el valle.


-Y hablar estando solo y llorar en alto, ¿cómo dice que se llama esa palabra tan rara?

-Soliloquios.

-¡Cuando llegue a Santiago tenga cuidado, no vaya a asustar a los peregrinos con sus soliloquios!

-¡Me acuerdo tantas veces del abrazo que le di a mi esposa en la plaza del Obradoiro por haber sido capaces de cumplir juntos el Camino! ¿A ver si adivinas, Santiago, qué le pediré?

 -¿Qué? –preguntó el chaval rápidamente y con curiosidad.

-Que tú y yo nos volvamos a encontrar pronto.

-Pues a ver si el apóstol intercerede para que lo que dice se cumpla. Está usted todavía delante de mí y ya tengo ganas de que mis ojos lo vuelvan a ver –le respondió el chaval con su cara sonriente.

El peregrino miró el reloj. Sus salidas siempre coincidían al despuntar el sol.

-¿Se ha quedado mudo? Se me olvidaba decirle que antes de salir de Rabanal del Camino debe visitar la ermita del Bendito Cristo de la Vera Cruz. Hay un retablo muy bonito.

El peregrino le respondió un sí, asintiendo con la cabeza.

Amanecía. El sol desperezaba brioso sus brazos. La cara del astro relucía semejando una moneda recién acuñada. Pedro desayunó. Luego, se cargó la mochila. Vio a Peregrino en la puerta con la concha en su collar. Lo acarició. El perro agradecido lo acompañó a la ermita del Bendito Cristo y luego por el camino hacia Ponferrada. En ese nuevo trayecto, Pedro no podía olvidar ni al chaval ni a su esposa. Sus soliloquios se entremezclaban. El ábrego, el aire de las castañas, los dispersaba por el valle y por el Puerto de Foncebadón. Unos kilómetros más adelante, en concreto, en el Puente Románico o Puente de los Peregrinos de siete ojos sobre el río Meruelo de Molinaseca, Santiago Apóstol hizo que ya se cumpliese su petición. En el centro del puente, apoyado sobre las piedras milenarias, lo esperaba el chaval del albergue.


-Pero, ¿cómo?, ¿tú aquí?

-Sabía que por este puente a la fuerza iba a pasar. Le he pedido a mi padre que me traiga en coche para volverlo a ver. ¿Ve cómo Santiago Apóstol ha intercererido?