EL NIÑO DICHARACHERO DEL ALBERGUE. RELATO FINALISTA
EN EL SEGUNDO CONCURSO LITERARIO DE LA AACSCV.
Por ISABEL GARCÍA VIÑAO
Estudié Magisterio por la Especialidad de Ciencias. Aunque mi verdadera vocación es la enseñanza a niños con algún tipo de discapacidad, actividad que realizo a nivel particular. Mis aficiones son el Arte Románico, el coleccionismo de fósiles, la micología y la escritura. Comencé a escribir a los 43 años. Escribo en prosa y en verso. He publicado dos libros, uno en cada modalidad. He obtenido alrededor de 300 premios literarios y el reconocimiento es el que me empuja a seguir escribiendo en el poco tiempo libre que, generalmente, cuando se trabaja se posee.
EL NIÑO DICHARACHERO DEL ALBERGUE.
-No deje ni una cucharada y tómese el
Maragato caliente –le dijo el chaval al peregrino al servirle un bol con
cocido.
-¡Uhmmm, que bien huele!, le respondió el
caminante, al inhalar los efluvios del caldo.
-Pues lo que bien huele, bien sabrá.
-Mañana, con este cocido, podría hacer dos
etapas; en lugar de llegar a Ponferrada, podría terminar en Villafranca del
Bierzo. Mi tía guisa muy bien. Me regaló este delantal y vengo a ayudarle
cuando puedo. Me gusta hablar con los peregrinos, sobre todo con los solitarios.
¡Ah, y a todo esto!, ¿ha visto el perro que hay en la puerta de la entrada al
albergue?
-Sí, y es precioso. Será tuyo, claro.
-No, es de mis tíos, pero como si fuera mío.
Se llama Peregrino.
-¡Qué nombre tan original! –exclamó el
peregrino.
-Además, el nombre le va muy bien porque acompaña a algunos peregrinos un pedacito del camino y cuando se cansa se da media vuelta y vuelve a casa. Le compré un collar con la concha de Santiago.
-Del collar no me he dado cuenta. Mañana,
cuando emprenda el camino, me fijaré.
-Mi tía quiere tantísimo al perro que, en su
honor, al cocido lo llama “maraperro”.
-Este “maraperro” está buenísimo. ¡No tengo
palabras!
-Yo, cuando sea mayor, haré el Camino en
solitario. Lo comenzaré en Francia, en Vézelay.
-Yo lo empecé en España, en Roncesvalles. Y a
todo esto, ¿qué te gusta preguntar a los peregrinos solitarios?
-Qué pensáis en el Camino. Al ir solos tenéis
mucho tiempo para pensar y ser espiritualidosos.
-Por cierto, pequeño, me has dicho el nombre
del perro pero todavía no sé el tuyo.
-Santiago, como el apóstol peregrino. ¿Y el
tuyo?
-Pedro.
-¡Ahí va! Como el que lleva las llaves para
abrir las puertas del cielo para que entren los buenos.
El peregrino río con las ocurrencias del
chaval. Era dicharachero, natural y su alegría se contagiaba con facilidad.
Pero, en ese momento, al peregrino, se le ensombreció la cara. Realizaba este
Camino por segunda vez, cuatro años atrás lo había hecho junto a su esposa
fallecida. A pesar de no tenerla, en el Camino hablaba con ella, le recogía
flores para ofrecerle, recordaba sus ojos, sus palabras, sus gestos, sus
ampollas y heridas en los pies, su capacidad de sacrificio ante el cansancio en
el Camino de Santiago… La nostalgia era su inseparable compañera y esta
tristeza melancólica le impulsaba a soltar soliloquios al aire. En ese instante,
el peregrino tuvo la necesidad de hacer partícipe al chaval, ¿por qué no? Y,
por ello, le dijo:
-Te voy a contar un secreto. En la soledad de
mi camino hablo con las piedras, con los pájaros, con los árboles, con las
flores… Antes tenía a mi esposa pero ahora… ahora ya no está aquí. Está en ese
otro mundo, junto a Santiago Apóstol, por ejemplo. ¿Y sabes cómo intento hacer
frente a la soledad?
-No –respondió el chaval enseguida, desdibujando
su sonrisa y ensombreciendo también su cara.
-Soltar soliloquios al aire.
-¿Solilocos?
¿Eso dice que suelta al aire? Porque esto no quiere decir que usted esté loco,
¿verdad?
-Te lo explico, Santiago. Ayer, cuando atravesaba el río Rabanal Viejo, hablé con el agua y le lancé una petición en voz alta: “Agua, me gustaría que llevaras mis susurros a los oídos de Paloma y que le dijeras cuánto la echo en falta”. Luego, hablé con un árbol al que le agradecí su sombra. Bajo ese mismo árbol, había estado con mi esposa. Allí lloré, y no en silencio, sino con sollozos en alto que los esparció el viento leonés por el valle.
-Y hablar estando solo y llorar en alto,
¿cómo dice que se llama esa palabra tan rara?
-Soliloquios.
-¡Cuando llegue a Santiago tenga cuidado, no
vaya a asustar a los peregrinos con sus soliloquios!
-¡Me acuerdo tantas veces del abrazo que le
di a mi esposa en la plaza del Obradoiro por haber sido capaces de cumplir
juntos el Camino! ¿A ver si adivinas, Santiago, qué le pediré?
-¿Qué?
–preguntó el chaval rápidamente y con curiosidad.
-Que tú y yo nos volvamos a encontrar pronto.
-Pues a ver si el apóstol intercerede para que lo que dice se
cumpla. Está usted todavía delante de mí y ya tengo ganas de que mis ojos lo
vuelvan a ver –le respondió el chaval con su cara sonriente.
El peregrino miró el reloj. Sus salidas
siempre coincidían al despuntar el sol.
-¿Se ha quedado mudo? Se me olvidaba decirle
que antes de salir de Rabanal del Camino debe visitar la ermita del Bendito
Cristo de la Vera Cruz. Hay un retablo muy bonito.
El peregrino le respondió un sí, asintiendo
con la cabeza.
Amanecía. El sol desperezaba brioso sus brazos. La cara del astro relucía semejando una moneda recién acuñada. Pedro desayunó. Luego, se cargó la mochila. Vio a Peregrino en la puerta con la concha en su collar. Lo acarició. El perro agradecido lo acompañó a la ermita del Bendito Cristo y luego por el camino hacia Ponferrada. En ese nuevo trayecto, Pedro no podía olvidar ni al chaval ni a su esposa. Sus soliloquios se entremezclaban. El ábrego, el aire de las castañas, los dispersaba por el valle y por el Puerto de Foncebadón. Unos kilómetros más adelante, en concreto, en el Puente Románico o Puente de los Peregrinos de siete ojos sobre el río Meruelo de Molinaseca, Santiago Apóstol hizo que ya se cumpliese su petición. En el centro del puente, apoyado sobre las piedras milenarias, lo esperaba el chaval del albergue.
-Pero, ¿cómo?, ¿tú aquí?
-Sabía que por este puente a la fuerza iba a pasar. Le he pedido a mi padre que me traiga en coche para volverlo a ver. ¿Ve cómo Santiago Apóstol ha intercererido?
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