PATROCINADORES 2023-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2023-2

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MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

MAPA FOLLETO
MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

sábado, 12 de junio de 2021

CADALSO 2.101 SEGUNDO RELATO FINALISTA DEL CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

 CADALSO 2.101  SEGUNDO RELATO FINALISTA DEL CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

Autor: Ignacio Ceballos Viro, vive en Chapinería (Madrid).

- ¿Ultría?

- No, no: ultreia –respondió la mujer.

- Qué significa –exigió secamente el desconocido.


 
       En ese momento ella se dio cuenta. Era eso lo que su compañero le había estado queriendo advertir desde que el desconocido había entrado. Con los codazos, los silencios inusuales, los “Aurora, ¿no deberíamos ir a arreglar la habitación 3?”, sabiendo de sobra que ese dormitorio siempre estaba listo para la llegada de peregrinos. Hubo una pausa larga. Iba a replicar “Usted no es peregrino, usted no camina a Santiago, ¿quién es y qué hace aquí entonces?, pero su compañero se adelantó diciendo:

        - Es un saludo. Un viejo saludo de peregrino. Le dicen ultreia y usted responde ultreia.

        Su compañero habló con naturalidad, pero Aurora lo conocía desde hace treinta años y percibía un matiz ronco en su voz, la respiración agitada por el peligro.


 
       El desconocido había llegado hacía veinte minutos. Aurora y Ángel habían acabado de cenar y repasaban los nombres: “Ruta de Levante. De Toledo a Ávila: Torrijos, Escalona, Cebreros…”. “Llegando a Cadalso de los Vidrios habían borrado todas las flechas, no quedaba ni una”, había dicho Ángel. “¿Las repintaste?”, preguntó Aurora. “Las que pude”, respondió él, “me quedé sin pintura. Volveré mañana”. “Ve con cuidado, no es seguro repetir lugares, lo sabes”. “Lo sé, tranquila”. Y siguieron repasando: “De Ávila a Zamora: Gotarrendura, Arévalo, Medina del Campo…”. La memoria era imprescindible. Internet lo cambia todo cada poco tiempo, la voz y la memoria eran lo único verdadero. Justo cuando estaban diciendo “Sieteiglesias, Toro, Zamora…” se oyó un ruido en la puerta y era el desconocido, que había entrado sin llamar.

        - Esos nombres no existen. No queda nada entre Toledo y Ávila. Solo este lugar… ¿Se puede?

        Se había condensado un silencio raro. Aurora oyó cómo Ángel se atragantaba con el agua. Pero no captó las señales. Se le activó la rutina, se puso en pie y se acercó al recién llegado.

        - Bienvenido, pase. Puede dejar sus cosas en aquel rincón. El móvil tiene que apagarlo y meterlo en el congelador, que está ahí. Le podemos preparar la cena.

        - ¿La cena? Sí, claro. ¿No hay nadie más?

        Aurora sacudió la cabeza:

        - Va a hacer un año que no se alberga nadie. Ya ve. ¡Año compostelano!


 
       Aurora no se daba cuenta de que Ángel no se había movido ni había dicho palabra aún. Que estaba pálido y petrificado mirando al desconocido entrar, posar una bolsa negra en el suelo, colgar el chaquetón y quitarse la sobaquera de la pistola, dejarla sobre la encimera, dejar también la placa y sentarse en la banca. Lo había reconocido. A ese lo conocía de sobra.

        - ¿Hace mucho que es usted ciega? –le preguntó el recién llegado a Aurora.

        La sala era amplia, pensada para que una docena de peregrinos pudiera estar cómodamente, cocinar, comer, descansar, charlar… Charlar era importante entonces. Ahora el desuso había convertido rincones en trasteros improvisados, y muchas luces fundidas arrojaban celosías de sombras.

        - Muchos años, sí –respondió Aurora después de un intento de cálculo que abandonó-. Fue un dron, cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles. Me seguía, yo era joven, le tiré una pedrada y le rompí una hélice, pero al perder el control cayó hacia mi cara y… bueno. Fui bastante idiota.

        Entonces Ángel había preguntado por primera vez lo de si la habitación 3 estaba lista, y si debían subir a arreglarla para el desconocido. Pero el desconocido lo ignoró y siguió hablando con Aurora:

        - Sí, los drones. Conozco bien los rastreadores. La nueva serie cinco, los que lanzan descargas.



       Y continuó describiendo todos los detalles en el sistema de control, sin dejar detalle: el nombramiento del Cuerpo de Vigilantes de Seguridad e Higiene con sus diferentes secciones; las patrullas de los caminos; la monitorización de los albergues y luego su ilegalización, con la fecha exacta; el traslado del Santo a una cripta de seguridad inaccesible; la represión de manifestantes; el paso del tiempo, el olvido, el abandono.

        - Vaya, lo conoce bien… Pero nada tuvo que ver la higiene, como dijeron –replicó Aurora, aunque Ángel trataba de callarla con un carraspeo-. Ni la propagación de enfermedades en el camino, ni la promiscuidad, decían, del contacto humano… Todo ha sido para enriquecer al Stellarum Park.

        - Aurora, vayamos a preparar el piso de arriba –aprovechó para suplicar Ángel, poniéndole una mano en el brazo. Pero ella, nada. A Ángel se le iban los ojos a la pistola una y otra vez, ahí expectante, amenazante, fría.

        - Han detenido a tanta gente –siguió ella-, han hecho desaparecer a tantos amigos, a tantas personas de fe y esperanza. ¿Ir a Santiago en tren hyperloop y llegar en dos horas desde cualquier lugar de Europa? ¿Para pagar y ver unas atracciones de una Edad Media de cartón piedra?

        - Me consta que la vida de peregrino y la de hospitalero es arriesgada.


 
       - Mucho. Pero aquí seguimos. Ya casi nadie se expone. Es peligroso. Es clandestino. Nos hemos convertido en una especie de orden secreta. Ya nadie viene por aquí. Ya nadie nos dice ultreia.

        - ¿Ultría? – dijo el desconocido.

        - No, no: ultreia –respondió Aurora.

        - Qué significa.

        Ángel saltó sobre la encimera y agarró la pistola. Apuntó al desconocido entre las cejas y dijo, masticando las palabras:

        Es un saludo. Un viejo saludo de peregrino. Le dicen ultreia y usted responde ultreia.

        El Vigilante de Seguridad e Higiene no pareció alterarse. No se movió de la silla. Cambió la mirada de Aurora a Ángel y de Ángel a Aurora y poco después se arrancó una carcajada franca y larga.

        - Así que no lo sabéis… ¡estáis absolutamente desconectados del mundo! Hoy ha sido el último día de mi cuerpo de vigilancia. Caput. Finito. The end. Ya no hacemos falta. Hemos vencido. El miedo ha vencido. A todos. Ya no se os considera un peligro, sois… idealistas en extinción imparable. ¡Ja! La verdad es que sois tan extraños. ¡Fascinantes! No acabo de entender cómo habéis resistido tanto tiempo. Joder, mis vigilantes han sido tan persistentes. Quedaos la pistola, os la regalo. Y la placa.

        Y volvió a reír. Muy lentamente Aurora y Ángel dejaron de parecer estatuas. Él bajó el cañón de la pistola y se miró las manos y las puntas de los pies. Aurora recuperó el color.

        - Y ahora… Entonces… Si no nos va a detener… ¿a qué ha venido?

        - Lo primero a cenar, si aún sigue en pie la oferta –respondió el hombre con su voz endurecida. Luego dormiré un rato en la habitación 3, ¿no es eso? Y mañana…

        - ¿Mañana?

        - A Santiago. Caminando. Se hace siguiendo esas flechas que nunca conseguíamos borrar, supongo. Y diciendo… ¿cómo era… ultreia?


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