CAMINO DEL SURESTE. ETAPA ENTRE NOVÉS Y ESCALONA
Aunque las predicciones auguraban mucho frío y la mañana amaneció fría, el cielo despejado y el sol radiante nos ofrecieron una extraordinaria mañana para hacer esta etapa del Camino del Sureste.
Apenas arrancar primer contratiempo, me doy cuenta que no ha aparecido una de las personas que estaba apuntada, paramos el autobús y cuando voy a llamarla me llama ella, quedamos en Escalona donde vamos a recoger a más amigos. Elena disculpa las molestias.
En Escalona se nos unen seis amigos de la asociación de esta localidad, dos amigos más que han venido desde Leganés y Elena que viene desde San Martín de Valdeiglesias.
En Novés nos deja Fernando y con los amigos de allí formamos un grupo de 37 personas, nos hacemos la foto de rigor e iniciamos el Camino.
Esta pasada semana fue el once aniversario del 11M y cada uno lleva dentro su propia vivencia de aquella fecha, pero me alegré al ver que al polideportivo de Novés le habían puesto ese nombre.
Tras dejar atrás las últimas calles de Novés iniciamos el camino junto a un cañaveral que crece junto a un arroyo o vía de agua y que se mantiene paralelo al camino durante un tiempo. Unas piedras de molino nos hablan del pasado de este pueblo y de la almazara que seguramente debió tener para la molienda de las aceitunas que crecen en las olivas que salpican estos campos.
Poco después el primer repecho y un anuncio: "desde allí se ve el castillo de San Silvestre". Para mí, un enamorado de estas construcciones medievales, resultó por un lado una sorpresa muy agradable, y por otro una especie de desencanto al ver que no nos íbamos a acercar mucho más para disfrutarlo desde cerca.
Vayan algunas fotos de más como compensación a mis ansias de visitarlo.
Muy cerca la ermita de San Silvestre, perteneciente todo el conjunto a una finca particular que algún día intentaré visitar, lógicamente con el permiso de los propietarios.
El camino nos ofrece de vez en cuando esa belleza serena, calmada, horizontal, ... que nos ofrece la meseta castellana y que Antonio Machado definió con sólo tres palabras "Ancha es Castilla", aunque me suena que la frase también aparece en El Quijote.
De pronto, antes de que algunos nos demos cuenta y que a otros ya les parezca largo, aparece ante nuestra vista Quismondo.
Y como los peces del pilón, juntitos, queremos entrar la mayoría, esperando a los rezagados, en la plaza, donde iglesia y ayuntamiento se miran frente a frente.
Por cierto que la iglesia conserva una torre de estilo matritense esbelta y la edificación de su nave, bastante moderna, me sorprendió por su luz.
Tras reponer fuerzas y poner el sello en el bar de la plaza (sólo letras sin alusión al camino) recorrimos algunas calles para buscar el puente que cruza la autovía de Extremadura y enfilar ya el camino de Escalona.
Nuevamente el grupo se deshilacha, el camino aparece cubierto de huellas de peregrinos que nos preceden y volviendo a recordar a Machado me fijo en la soledad del campesino que labra sus tierras, pero no con bueyes ni mulas aparejadas o uncidas en el yugo.
Decido esperar a Ángel, que viene atrás cuidando que nadie quede rezagado, pero él a su vez decide esperar a unos pocos que han decidido trochar campo a través y a los que no ha cundido tanto el atajo.
Recuerdo entonces la advertencia de Julián del punto más peligroso del camino, el cruce del río Alberche por el estrecho puente de Escalona. Aprieto el paso y me voy para adelante, Richard queda mediado el grupo, aunque luego, con esa zancada que muchos envidiamos me alcanza y tira de mi.
Durante gran parte del camino parece que nos dirigimos a Almorox y la silueta de la Peña de Cadalso se cuela en algunas de las imágenes de nuestro camino. Luego un brusco giro a la izquierda para poner en nuestro punto de mira la localidad de Escalona.
El sol aparece cegador y disparo una foto a un avión que nos sobrevuela sin saber si lo tengo en el objetivo de mi cámara. Al ver que sí decido llamarle "peregrino de los vientos".
Volvemos a juntarnos antes de entrar en Escalona y vamos pasando el puente en grupos, siempre en fila india, pues no hay espacio cuando dos coches se cruzan. Afortunadamente todos llegamos sanos y salvos a Escalona y ascendemos aquella escalera que se me antoja un poco cruel con el peregrino cansado.
Arriba, en un corral (así llaman en el pueblo de mi mujer al patio de la casa y no es despectivo) nos preparan un recibimiento con viandas, dulces, refrescos y vino. La empanada sobresaliente y las tortillas extraordinarias. Gracias a todas las personas, incluida la madre de Julián, que participaron de cualquier forma en agasajarnos como lo hicieron.
Tras saciar el hambre y el cansancio, entre charlas y risas, foto de despedida (algunos vuelven a Novés y a Torrijos) y a la Iglesia de San Miguel donde un joven sacerdote nos recibe a las puertas del templo para ofrecernos el rito de la entrega de la Pulchritana, que acredita haber peregrinado hasta Escalona en el año jubilar de la imagen de la Virgen de la Inmaculada.
Nueva foto en el Arco de San Miguel y tomamos el autobús de Fernando para regresar a Cadalso. Venimos contentos, satisfechos, agradecidos y comprometidos a recibir merecidamente a los amigos de Escalona, Novés, Torrijos y Toledo.
Fotos Richard Pickers y Javier Perals.
Texto: Javier Perals