MELANCOLÍA
EN EL CAMINO.
Relato
presentado al Tercer Concurso Literario de Relato Corto por Manuel Terrín.
Los
hijos de los hijos de los gorriones que volaban alrededor del Camino, cuando lo
hicimos juntos, han desaparecido.
Llueve
sobre el Camino de Santiago.
Cuando vine, el sol estaba al descubierto y piaban apasionadamente, dando saltitos. Ahora llueve y todos han desaparecido. Los cuervos, goterones de sombra flotante, alzan su poderío sobre colinas mojadas, desafiantes y grotescos.
Llueve
y al Camino se le acaba la risa.
Si
alguien atravesara a mi lado este lugar, como cuando lo hicimos juntos, me
llamaría loca. Pero nadie me acompañará. Nada conduce sin ti hacia ninguna
parte.
Llueve
sobre el Camino de Santiago.
Llueve sobre los olivares. Sobre las encinas. Sobre el graznido de los cuervos. Sobre el rumor creciente de los arroyos. Sobre mi corazón sin alas alrededor del tuyo.
Hemos
hecho juntos estos senderos con los pies decorados por el esmalte del amanecer.
Hemos trastumbado colinas y barrancas. Hemos visto pájaros como besos de música
en los árboles y las botas podridas de algún soldado muerto.
Si
tú me hablaras con el alma yo te escucharía con el corazón. Y te diría que voy
caminando con tus pies, que comparto la corona de espinas, que nada hay más
puro que el amor a los muertos.
Llueve
sobre el Camino de Santiago.
Llueve sobre alamedas. Sobre mis espaldas. Sobre los helechos. Sobre esta vía que sostiene una parte de nuestra historia.
Los
hijos de los hijos de los cuervos que un día salpicaron de sombra nuestros
ojos, agoreros, vuelan hoy sobre mi cabeza con el ocaso derramado en el alma.
Sobre mi cabeza y sobre mi corazón.
Ahora
todo me parece vacío. Ahora no hay reses pastando en las dehesas. Ni perros
ladradores. Ni risas infantiles. Ahora todo es memoria.
Llueve
sobre el Camino de Santiago.
A
través de la lluvia y de las piedras mojadas.
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