Compañeros de CAMINO.
Relato presentado al Tercer Concurso Literario por Elena Mocanu
El peregrino paró y miró con
curiosidad por encima de su enorme mochila.
– ¡Buen Camino!, saludó el señor erizo
alegre por el encuentro.
– ¡Ultreia!, respondió el señor
caracol un poco sorprendido, pero igual de contento.
– ¡Yo soy Payo!, se presentó el señor
erizo, dándole la mano.
– ¡Yo, Pelayo, el peregrino!,
respondió el señor caracol, apretándole la mano y abrazándole fuertemente.
– ¿Andas solo? ¿…te gustaría que fuéramos compañeros de camino?
– Pero no somos ya, ¿qué dices, compañero Payo?
– ¡La casualidad te puso en mi camino precisamente cuando más lo necesitaba un
compañero!
– Yo creo que no fue la casualidad
sino el camino que le da a cada uno exactamente lo que necesita en el momento
justo. ¡Nada es casualidad, y menos aquí! ¡Qué lo recuerdes del peregrino
Pelayo!
– Te vi a último momento, antes de que
desaparecieras tras la esquina. Yo estaba saliendo del sendero rocoso. De
hecho, solo vi tu mochila tan grande como una casa.
– Conozco ese sendero. Es un atajo,
pero todos lo evitan.
– ¿Siempre llevas una mochila tan
grande? Para mí sería difícil y me retrasaría.
– Sí, siempre me llevo toda la casa.
Mi mochila es parte de mí. ¡Ya estoy acostumbrado, pero tú no hagas como yo!
– ¿¡…!?
– Pero no me dijiste de dónde vienes ni adónde vas…
– ¡De Saintes-Maries-de-la-Mer!
¡¡¡…uff, que aventura salir de allí!!!, agregó más para sí mismo. ¡Y quiero
llegar a Santiago de Compostela!
– ¿Aventura? ¡Me gustan las aventuras…
cuando las leo o me las cuentan!, mostró el señor caracol riéndose con ganas.
– ¡Y yo tengo tantas que compartir!...
– ¡Hay todo el camino por delante para
contar y conocernos!
– ¡Claro! ¡Así el tiempo pasará más
rápido y el camino nos parecerá más corto!
– Y más fácil, aunque no es ni corto
ni fácil. ¡Pero en dos, todo es más fácil, eso siempre! ¡Recuerda del peregrino
Pelayo!
El señor erizo aprobó divertido.
– Primero, dime qué pasó con…
– Pues... estaba de camino cuando… no sé ni cómo empezar... ¡ay, fue toda
una aventura!..., se apresuró el señor erizo.
– ¡No, no, espera un poco!, le
interrumpió súbito el señor caracol.
El señor erizo se quedó desconcertado
por un instante.
– Con… ¿con la botita en la mano
quieres llegar a Compostela?
– No…, dijo un poco confundido,
...solo que se me ha deshecho la suela y ya no me sirve...
– Ya comprendo… ese sendero pedregoso
tiene la culpa, ¿verdad? Pero yo puedo ayudarte, por eso soy tu compañero,
¿¡no!? ¡Vamos, sé cómo encontrar a Pati, conocida maestra zapatera!
– ¡Una pequeñez! ¡Estará como nueva
antes de que digas “camino”!, le aseguró doña oca al señor erizo.
– ¡Qué buena noticia!, respiró aliviado el señor erizo. Las botitas fueron mi único compañero hasta que encontré a tu amigo Pelayo. ¡Ya también es mi amigo!
– ¡Pelayo es amigo de todos, buena
ayuda y el mejor consejero! ¡Además de un peregrino perfecto! ¡No es broma!
– ¡Esto hay que recordarlo!, intervino
contento el señor caracol.
– ¿Vas a Santiago?, preguntó doña oca
muy ocupada con el trabajo.
– Sí, ahí es donde quiero llegar.
¡Espero que mis botitas también me ayuden!
– ¡Llegas hasta el fin de la tierra
con estas! ¡Te lo garantizo!
– ¡Que así sea!
– ¿Y de dónde vienes?, se interesó doña
oca detrás de una montaña de zapatos.
– ¡De Saintes-Maries-de-la-Mer!
– ¡Interesante el sitio! Y tan
interesante como misterioso. ¿¡No es broma, no!? ¡Qué bien que saliste de allí
a salvo!
– Sííí, ¡…qué aventuras!...
– ¿Eh, cómo va el camino, querido
Pelayo? Ha estado lloviendo demasiado últimamente…
– ¡Querida Patita, ya me conoces, todo
va de maravilla! Esta vez, tengo la intención de recorrer el camino más largo
que nunca. ¡Recuerda, el más largo!
– ¡¡¡Qué locura!!!, exclamó el señor
erizo con todo asombro.
– ¡Pero es una locura sana! ¡No es
broma!...
– ¡Esto es lo que yo también debo recordar!,
decidió el señor caracol muy orgulloso de su amiga doña
oca.
– Un poco más, sólo un poquito…,
murmuró para sí misma. ¡Listo! ¡Per-fecto! ¡Ya están como nuevas o algo mejor,
podría decir!
– ¡¿Tan rápido?!
– ¡Pati es toda una maestra, una gran
maestra! ¡A recordar!
– ¡Oh, lo que has hecho por mí no
tiene precio! ¡No sé cómo podría recompensarte!
– ¡Llegar a tu destino sano y feliz
será la mayor recompensa para mí!
– ¡Gracias con toda mi alma a los dos!
¡Estoy tan contento y listo para andar!
– ¡Ayudándote, llegaré a Compostela
contigo!
– ¡Recuerda bien!, notó el señor
caracol.
– Déjame abrazarte…, pidió el señor
erizo con los ojos húmedos de emoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario