CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO

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PATROCINADORES 2024-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2024-2

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MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

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FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

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MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

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CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

martes, 10 de mayo de 2022

LA PROMESA Relato presentado al Tercer Concurso Literario de la AACSCV

 

LA PROMESA                           Isabel García

     A Daniel le gusta sentarse junto a una fuente que está en el Camino de Santiago para esperar la llegada de algún caminante. La fuente mana cerca de su pueblo. A ningún peregrino le pasa desapercibido el sonido de su chorro; a ninguno, y el que menos, se moja las manos aunque haga frío.


     El chaval siempre tiene palabras de amor para los peregrinos. Los acompaña al único albergue que hay en el pueblo, regentado por sus padres. Ahora tiene siete años y entiende qué significa la palabra esfuerzo, qué representa hacer una promesa, cómo se puede dar amor y cómo debe recibirse… Con la educación que le han dado sus padres, Daniel, desde pequeño, distingue entre el bien y el mal. Sus padres nunca se olvidan de repetirle: “El amor está dentro de ti. Si lo cultivas, podrás repartirlo”. Y pocas cosas pueden resultar tan bellas como ver a una criatura inocente repartiendo amor.

     Se sienta cerca de la fuente porque le emociona ofrecer su ayuda a los peregrinos cansados, con ampollas, lesionados; le satisface acompañar a los solitarios, sus preferidos, ante todo si son viejecitos y con barbas blancas. Cuando era más pequeño, pensaba que los peregrinos con barbas eran Reyes Magos. Las palabras de los mayores para él son sabias y piensa que las promesas interiores que han hecho a Santiago, son más profundas y con mayor sentimiento. Daniel siempre acude a la fuente con un compañero ¿Qué quién es su compañero? ¿Qué si es un perro? No, no es un perro. El que sigue sus pasos es gato peludo, que llama Gato. ¡Qué nombre mejor para un gato!, responde a los peregrinos cuando le preguntan por el nombre del animal. Tan pronto se sienta en la piedra, el gato se sube a sus piernas, comienza a ronronear y a darle cabezazos en la cara.


     −Mira, Gato −el minino lo mira como si entendiera sus palabras−, allí viene un peregrino barbudo, anciano y solitario. Sacaré las cosas de mi mochila por si necesita algo. El gato lo mira y sigue ronroneando.

     Daniel extiende sobre una toalla tiritas, agujas, hilo, rodilleras, toallitas, bicarbonato, crema protectora, latas de bebida energizantes y unas ricas rosquillas de su pueblo que nunca faltan en su casa. Sus padres le han enseñado que hay que dar sin esperar nada a cambio, pero el chaval sabe que si da “dos” de amor, recibe “cuatro” cuando menos.


     −Hola, muchacho −, le dice el peregrino. Luego bebe un trago de agua y se moja la cara y la cabeza. El sol está en su cénit, y resplandece como una moneda de oro recién acuñada.

     −Me llamo Daniel. Beba una lata energizante y cómase una rosquilla. Y si trae alguna ampolla, yo soy un curandero de los pies de los peregrinos −, le dice, mientras enhebra la aguja.

     El peregrino le sonríe con mucha ternura. El gato ronronea manifestando que está contento. Daniel mira al caminante con sus ojos encendidos de amor. Se hace un silencio. El peregrino sigue sonriendo, el gato ronroneando y el chaval desparramando amor por sus ojos y haciendo un gesto con la aguja y el hilo.

     −Gracias, Daniel. No me hace falta. Vengo caminando desde las playas del Mediterráneo y por terrenos manchegos y mis pies han tenido tiempo de endurecerse.

     ¿Llegará a Santiago de Compostela?


     Esa es mi intención: llegar a Santiago con mi bordón y la concha. He hecho una promesa por la salud de mi nieta− al peregrino se le ponen los ojos acuosos y, al parpadear, ruedan dos lágrimas por sus pómulos. A Daniel también se le llenan los ojos de lágrimas y, para que el caminante no se dé cuenta, aumentándole todavía más su dolor, va a buscar a su gato. Aprovecha ese instante para que sus lágrimas del tamaño de guisantes resbalen. Como quiere animar al peregrino, le dice:

     −Yo, al apóstol Santiago, lo llamo San Santiago el Mayor. Para mí es un santo con mayúsculas. Si el apóstol Pedro es San Pedro, si Bartolomé es San Bartolomé, si Juan es San Juan, si… ¿por qué no llamamos a Santiago, San Santiago? Me quedaría conforme en llamarlo Santiago, si su nombre fuese Tiago.

     −Pienso que eres un chaval ingenioso. No lo había pensado–. Al peregrino, después de una sonrisa, se le ensombrece de nuevo la cara. −Mi nieta está enferma y en cada uno de mis pasos la llevo en el pensamiento. ¡Siento tanto amor por ella…!

     Daniel escucha. De nuevo sus lágrimas ruedan. Le pide al peregrino que se agache y le da un abrazo. Le transmite su amor y le pronuncia en bajito en uno de sus oídos: “El esfuerzo que a sus años está haciendo será recompensado”. San Santiago sanará a su nieta, ¡ya lo verá!, además sé que en su curación va a intervenir el Todopoderoso, Jesucristo.

     −¿Jesucristo? Así llamas tú a Dios. ¡Qué gracioso eres! –El peregrino sonríe. El gato ronronea. El chaval desprende todo su amor.

     −Vamos al albergue. Le diré a mamá que le prepare un buen plato de potaje. Esta delgado y debe alimentarse bien para llegar a Santiago.


     −¿Y no recoges las cosas de la toalla?

     −No, no hace falta. Quizás las utilice un caminante. Luego, volveremos con Gato.

     Ni qué decir tiene que Daniel y el peregrino pasaron juntos toda la tarde. El chaval valoraba mucho su esfuerzo, pues, sus barbas eran del color de la nieve, y, al andar, notaba que sus piernas eran torpes y estaban cansadas. Se ofrecieron la compañía, la amistad, el compañerismo y ante todo desprendieron todo su amor el uno hacia el otro.

     Daniel se levantó temprano para decirle adiós al peregrino. Le metió en su mochila una lata de bebida energizante. Con una cinta adhesiva pegó una nota. “Le he prometido a San Santiago ser más bueno y dar más amor para que su nieta se cure”.

     Cuando el peregrino encontró la nota y la leyó, todos sus pasos fueron acompañados por la cálida luz de la esperanza.

 

viernes, 6 de mayo de 2022

EL FORASTERO Y YO

 EL FORASTERO Y YO            

RELATO FINALISTA EN EL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO                    


     Era un caluroso día de verano, exactamente el 25 de julio. Desde muy temprano, junto al despertar el día, salíamos mi amo, la mula y un borriquillo a faenar al campo. Ese día hacía un calor sofocante y los truenos se oían a lo lejos. Yo avisaba al amo constantemente de la tormenta que se avecinaba, pero él estaba tan metido en su faena que no me prestaba atención. Solo cuando empezó a llover, y lo hacía con fuerza, comenzó a aparejar y cargar los aperos de la faena en la mula. De repente le entraron las prisas y el apuro por llegar a casa. Según subíamos el Camino del Pilar hacia el pueblo, en medio de rayos y truenos, como de la nada se nos unió un hombre que venía caminando y ayudó a mi amo con los animales.


     Subimos de prisa y entramos en casa por un portalón grande con el techo alto donde nos sentimos seguros. Enseguida salieron las mujeres de la casa con toallas y ropa seca para todos, a mí me dieron un mendrugo de pan. Una vez sosegados observé a aquel hombre forastero, era un hombre alto, huesudo, la barba y el pelo, algo revueltos, sujeto en la nuca a modo de coleta. La nariz aguileña y sus ojos verdes que podían parecer a veces grises, pero muy alegres. Vestía pantalón anudado en los tobillos, camisa blanca e iba calzado con unas albarcas que parecían remendadas demasiadas veces con distintos materiales con lo cual, no se sabía si eran de cuero, de trapo o de esparto. Tenía una tela grande donde guardaba sus pertenencias que anudaba a modo de hatillo. Una capa voluminosa cubría toda su figura en los momentos de frío. Para caminar se valía de una vara larga de la cual colgaba una concha del mar con una cruz, cosa que yo no había visto nunca en la vida y miraba y miraba sin parar.


     Cuando terminó la tormenta el hombre agradeció su hospitalidad a mi amo y su familia y salió por el portalón para seguir su camino. Yo salí detrás de él con mucha curiosidad. Subía la calle arriba mirando sus bonitas fachadas, al llegar a la plaza del pueblo paró en la fuente de dos caños a llenar su calabaza de agua. Fue entonces cuando con gran algarabía apareció mucha gente contenta con ganas de fiesta. Venían de la iglesia de una boda todos muy aseados y pulcros con vestidos sencillos, incluso la novia y el novio que solo se distinguían de los demás por el rubor de sus mejillas y el deseo en sus miradas. Entonces el forastero sacó del hatillo un palo con agujeros, soplaba y sonaba algo especial mientras él movía ágilmente sus dedos entre aquellos agujeros, pues todo el mundo empezó a bailar. La fiesta fue a más, todos animados entre cantos, bailes, vinos, bollos, perdices, morcillas y más vinos, fueron pasando las horas y la tarde en armonía, felicitaciones y buenos deseos de prosperidad para los recién casados. A mí la música me gustaba y de vez en cuando algo más que un mendrugo de pan me caía.


     Así llegó la noche y cada cual se fue a su casa. El forastero seguía tocando la flauta todo San Antón para arriba de lado a lado de la calle de lo animado que iba. Cuando pasó el pueblo, al principio de su camino no pudo más, extendió su capa y “durmió la mona”. Yo me quedé con él, vigilando y esperando que aquella cosa sonara.


     Con los primeros rayos de Sol el forastero despertó, bebió agua mucho rato en “La Fuente los Piejos”, se aseó y puso sus cosas en orden. Fue entonces cuando yo le entregué a sus pies la liebre que había cazado para él, la guardó en el zurrón y me acarició dándome las gracias. De repente oí la voz del amo llamándome, las campanillas de la collera de la mula sonando, era la hora de mi rutina, la que tanto quería, mi campo, mi amo, mi casa, mis animales, … Miré al forastero y nos despedimos, yo con un ladrido, él con una mirada. Adiós amigo, qué aventura nos dará hoy la vida, pues vamos a comprobarlo, y emprendimos el camino cada uno por su lado. 

                                                                    Carmen López Santayana

jueves, 28 de abril de 2022

UN RECORRIDO BUSCANDO LAS HUELLAS

 Un recorrido buscando las huellas.

Días de luz y entendimiento (Reflexiones personales)

En la diversidad, con razonamiento, encuentras la sabiduría del semejante.


EXPLORANDO LAS HUELLAS

 No es fácil envejecer con gracia… hay que dejar ir la juventud sin mortificarla con una edad que no te pertenece. Es necesario hacer la paz consigo mismo y reinventarse nuevos caminos que te lleven al lugar que te corresponde. Pero no por ello dejar a un lado tus ilusiones, sentimientos y recuerdos, sumidos en la fe y la esperanza hacia un mundo donde los cambios sociales han formado nuevas formas de vida. Así y todo, con el Espíritu Santo en nuestros corazones siempre nos guiará los caminos de la vida para encontrar la luz que refleje nuestros movimientos en ayuda hacia el hermano peregrino y hospitalero.

Recuerdo con nostalgia, pero agradecido, los momentos vividos como peregrino y hospitalero, donde sentí verdaderamente el amor de Dios, donde la convivencia entre compañeros y amigos se convierten en hermanamiento sincero, sin prejuicios ni clases sociales. Eso fue en uno de los encuentros que hicimos los hospitaleros, en la primavera del año 2019 donde pudimos ofrecernos mutuamente el verdadero sentimiento de servicio y amor fraterno en la hospitalidad.


         Cuando confirmé a Marina mi participación en el encuentro con mis compañeros hospitaleros. Reflexioné sobre el título del encuentro: “Explorando las huellas”, pero… ¿qué huellas? me dije. ¡Claro, las huellas de uno mismo!  Aun así, veo que hay algo más; meditando al respecto sobre la experiencia acontecida me lleva hacia el interior del alma, a una conexión con los demás.

        Al medio día me recoge Rafael en el lugar donde habíamos acordado. Él venía de Yecla y desde aquí, en Valencia, teníamos cerca de siete horas de camino hasta Igea (Logroño). Paramos a comer en Calamocha y luego nos dirigimos hacia Alfaro. Como íbamos bien de tiempo nos dirigimos primero a visitar el albergue de Alfaro, donde tenía que quedarse Rafa de hospitalero la segunda quincena de junio. Ya que teníamos tiempo quiso aprovecharlo para conocer al hospitalero que iba a turnar, conocer el lugar y revisar el albergue.

 


       Una vez realizada la visita y la inspección ocular, nos dirigimos hacia Igea, lugar del encuentro. Igea es un municipio de la Rioja Baja, conocido por lo referente a la divulgación científica en geología y paleontología, debido a los numerosos y ricos yacimientos localizados alrededor. Aquí está el “Centro de Interpretación Paleontológica de la Rioja”.

        Bueno…, pero nosotros no venimos aquí para estudiar la geología, nuestro motivo es otro, aunque ello no impida que aprovechemos la circunstancia de poderlo visitar.

        Llegamos a la hora acordada y no resultó difícil localizar al grupo de compañeros que ya habían llegado; me encontré con dos caras conocidas: eran Pili Vázquez, de Vizcaya y Agotz, de Guipúzcoa. Las conocí en el cursillo para hospitaleros en marzo de 2018, en Oviedo. Sentí mucha alegría de volverlas a ver.

        Éramos nueve los que nos juntamos en ese momento; nos presentamos, tomamos unas cañas y Marina, nuestra coordinadora, decide que, en vez de esperar allí, a los que faltan, hagamos camino hacia el lugar donde nos vamos a quedar el fin de semana y así tendremos más tiempo para organizarnos. El lugar está a unos tres kilómetros del pueblo, dirección Cornago; a lo lejos se divisa en una colina la Ermita de Nuestra Señora la Virgen del Valle, patrona de Igea, donde nos vamos a instalar; un lugar pintoresco, abierto, sobre la cima de un cerro, rodeado por el valle del rio Regajo y la sierra Peñalosa.

 


        Sabíamos todos, porque así nos lo expuso Marina, que nos instalaríamos en la Ermita con las condiciones medianamente asequibles pero suficientes y limpias. Nos instalamos en la casa del santero, adosada a la capilla de la Santísima Virgen.

         En la planta baja teníamos los aseos, una cocina-comedor muy amplia y en el piso los dormitorios, aseos y duchas. Desde el comedor teníamos acceso a la capilla, donde realizábamos los ejercicios, coloquios y oraciones.

        El atardecer iba dando paso a la noche. La luna, casi llena, ya se iba viendo reflejada y apetecía estar al aire libre. Se decide cenar fuera; todos a una nos ponemos a preparar las mesas y las sillas mientras otros preparan la cena con los alimentos que entre todos habíamos llevado. Las tres personas que faltaban llegaron justo a la hora de cenar.

        Con un ambiente cordial y muy animado, al tiempo que vamos cenando, estamos dándonos a conocer en mutua armonía; sólo estaba creándose un pequeño y molesto incidente: estaba empezando a inundarse el ambiente con pequeños insectos que acudían al olor de los alimentos, y también empezaba a levantarse un poco de aire fresco. Decidimos acabar la cena en el interior.

        Todos tenemos un mismo denominador común: el amor al camino y el deseo de atender al peregrino con un servicio solidario, de encuentro y comprometido. Ello servía para que el tema de conversación versara en anécdotas, experiencias y conocimientos de los albergues y sus consecuencias.


         Acabada la cena nos dirigimos al templo, donde vamos a realizar las actividades programadas y el encuentro. De fondo espiritual y profundo, preparado por Marina, comenzamos la primera sesión del trabajo colectivo para estos días, que es, ni más ni menos que el amor desinteresado y profundo hacia el prójimo y el servicio voluntario y desenfadado hacia una causa justa, que es la atención y el cobijo al peregrino. Pero, para ello reflexionamos: Nos ponemos en presencia del Señor pidiéndole su compañía; escuchamos una música como fondo a esta reflexión, interpretada por la inigualable y maravillosa voz de Rosalía, sobre un texto del poema escrito en 1577 por San Juan de la Cruz: “Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, aunque es de noche”, considerado como una de las expresiones poéticas más logradas y hermosas del deseo profundo del hombre, de conocer a Dios por fe.

         Con esta canción “Aunque es de noche” nos vamos a dirigir en sentido trascendente sobre las intenciones de encontrar el valor del tiempo y saber aprovecharlo con las oportunidades que nos ofrece la vida en lo personal y lo espiritual, identificándonos también, cada uno de nosotros, en la frase que más se acerca a nuestros sentimientos.

         Nos vamos a dormir porque ya es tarde. Después de un día apretado en el tiempo, pero fructífero en el sentimiento, nos espera la cama con buen recogimiento. El que pueda dormir que duerma y el que no pueda, que intente descansar.

        La noche no ha sido muy placentera para mí. No puedo saber los motivos, pero la verdad ha sido que, queriendo dormir, mi mente se resistía. Aun así, me he levantado descansado y con ganas de disfrutar de una agradable y hermanada jornada.


        Después del desayuno, nos volvemos a reunir ante la presencia del Señor y la Virgen del Villar. Cada uno de nosotros, en silencio y en intimidad personal, después de nuestra oración personal, escuchamos la canción de Luz Casal: “Sentir”. Este ejercicio nos sirve como objetivo para profundizar en las huellas que nos puede haber quedado tras la experiencia como hospitaleros. Esta canción ha sido una de mis preferidas y siempre que la escucho me hace sentirme envuelto en un estado melancólico y tierno hasta el extremo. Escuchando la textura de su voz y la dulce melodía de sus notas, no solo recordaba situaciones vividas en el camino, sino también momentos de felicidad familiar, sobre todo, pensando en esa gran virtud que intenta reflejar la canción: “Esperanza”.

         Dedicamos la mañana del sábado a realizar un tipo de convivencia singular: se trata de compartir por parejas un tiempo de confidencialidad mutua, “experiencias trascendentes”; un tipo de terapia en la que nos contamos mutuamente, de manera resumida, y a modo de confesión, nuestros gozos y sombras que nos han dejado huella en la vida; y de esta actitud sincera y confiada, compartida, de reciprocidad y cariño, nos hace felices. Como a los discípulos de Jesucristo en el camino hacia Emaús: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino?”. Luego nos juntamos todos y lo compartimos.

 


      Dedicados por completo a las distintas actividades organizadas y realizadas por todo el grupo, a la preparación y elaboración de las comidas y cenas, en unión compartida y en total armonía, las horas van consumiendo el día y sin casi darnos cuenta se nos va acabando el fin de semana; también hemos tenido un tiempo para realizar visitas a los sitios donde existen huellas del pasado, ya que esta zona es uno de los lugares más ricos del mundo en yacimientos paleontológicos. Visitamos el árbol solidificado y las huellas de los dinosaurios.

        Así se nos ha ido transcurriendo ese fin de semana, conociéndonos entre nosotros y descubriéndonos la parte principal de nuestro ser: el fondo humano de nuestro sentir, el instinto natural de nuestra existencia, el razonamiento lógico de nuestra convivencia y el sentido espiritual de la ayuda desinteresada hacia los demás.

   Comiendo y cenando juntos, compartiendo mesa, juegos, tertulias, experiencias, visitas, y confidencias, hemos conseguido crear el mensaje más grande que necesita la humanidad: 

Amor y solidaridad.

        Me he sentido acompañado, protegido y querido. He visto en todos ellos y ellas un corazón lleno de humanidad, vitalista y emprendedor. No he notado diferencias de edad en todos nosotros; hay “huellas” de un camino recorrido, que con el tiempo hemos sabido dar los pasos correctos para formar una vida con sentido, una vida con futuro y una vida con ilusión, con ganas de compartir y darnos a los demás, hacia la solidaridad y el amor que el mundo necesita.

 


       Que el espíritu de Dios inunde nuestros corazones para completar nuestras vidas en acciones solidarias, y las huellas que vayamos dejando sirvan como ejemplo a los que vengan detrás.

                                                       Manuel Monteagudo (Valencia)

lunes, 25 de abril de 2022

EL TRUCO. RELATO GANADOR DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

 EL TRUCO. RELATO GANADOR DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

     Durante el mes de mayo mamá no paraba de decir que estudiara mucho, porque si suspendía, nos íbamos a quedar sin vacaciones. Pero es que en casa pasaban tantas cosas, que yo estaba seguro de que Dios no escuchaba nuestras súplicas y de repente se había olvidado de nosotros. Si no ¿Por qué papá no iba a trabajar y se pasaba el día llorando, cuando creía que no le veíamos nadie? ¿Por qué mamá decía que no había dinero para el autobús y yo tenía que levantarme más temprano para ir caminando hasta la escuela?


     
Tanto daba lo que hiciera con mis exámenes, y hasta estuve seguro de que si me dejaba algo para el verano, sería la excusa perfecta para que ellos dejaran de estar tan preocupados. Podían echarme la culpa sin tener que mentir.
     Mamá empezó a hablar de hacer el camino de Santiago. Que nos iría bien a todos -dijo. Que si podíamos vivir con cuatro cosas en la mochila durante muchos días y sin protestar, a lo mejor empezábamos a ver la vida de forma diferente. Yo no sabía si se refería a verla rosa, a mirarla haciendo volteretas del revés y patas arriba, o que la vida jugaba a dejarse o no dejarse ver delante del espejo, como el fantasma que decían se aparecía vestido de peregrino alrededor de los muros de la Catedral de Santiago. O que en el camino todo era mágico porque no se podía explicar de otra forma esa leyenda de que en Santo Domingo de la Calzada cantaba la gallina después de asada.


     
Y es que yo no creía en los cuentos, porque ya había cumplido nada menos que nueve años y medio.
     Cuando a mamá se le metía una cosa en la cabeza nos arrastraba a todos. Que para eso no hacía falta ni dinero, ni coche. Que bien calzados y con ropa de deporte íbamos más que sobrados. Y que a ninguno se nos ocurriera rechistar. Lo decía porque a papá aún le hacía menos gracia que a mí ponerse botas y caminar. Yo recé para que todo fuera bien y, si era cierto que el camino era mágico y cambiaba a las personas, nos devolviera a papá como era antes de quedarse sin trabajo; porque ni siquiera me abrazaba, como si hubiera dejado de quererme.


     
Fuimos dejando atrás pueblos y más pueblos. Pasamos por Cebreros, San Bartolomé de Pinares, El Herradón de Pinares y Tornadizos de Ávila. Papá llevaba mil ampollas en los pies. Terminó la cuesta que llegaba a la Puerta del Puente y le costó una eternidad llegar al otro lado, justo donde estaba el albergue de peregrinos Las Tenerías.
     Mamá lo dejó descansar un rato antes de la ducha, pero se puso muy seria al decir que la misa del peregrino no se la perdonaba por nada del mundo. Papá renegó mirando la litera y estuvo a punto de decir que no daría un paso más, pero finalmente nos acompañó a misa. Olía demasiado a incienso, mamá dijo que para disimular el olor a sudor, aunque algunos decían que servía como purificación del espíritu. Todos los bancos estaban llenos de gente. Algunos nos habían adelantado durante la jornada. Otros habían hecho la ruta en veces porque caminaban con muletas, iban en sillas de ruedas y les costaba bastante más que a nosotros completar las etapas. 


     No fue una misa como la de mi primera comunión, que va. El cura leyó uno a uno todos los nombres de quienes habíamos sellado la credencial ese día y tras leer el evangelio, nos invitó a que dijéramos en voz alta los motivos por los que estábamos haciendo el camino.
     Porque hice una promesa; porque quería encontrarme a mí mismo; porque el año pasado llegué hasta la muralla de Ávila y tenía que retomarlo donde lo dejé; porque es mágico. Cuando me tocó el turno no supe qué decir. ¿Porque igual le traía un trabajo a papá? ¿Porque mamá ya no sabía qué hacer para que todo volviera a ser como antes? ¿De verdad era cierto eso de que el camino nos cambiaba como personas? Mamá tampoco contestó. Miraba espantada a papá porque no paraba de llorar. Pero se sonó los mocos y se puso de pie para confesar: “No sé si mi familia me merece. Les he hecho sufrir tanto que me puede la vergüenza y el arrepentimiento. Fue mi esposa y mi hijo (dijo señalándonos) quienes me arrastraron a esta aventura. Vine escéptico, para que decir lo contrario. Tengo que darles las gracias, porque lo que realmente estoy sintiendo no puedo expresarlo con palabras. También quiero dar las gracias a Pedro y a José, los hospitaleros que nos han recibido a nuestra llegada. Han tenido para mí palabras breves, pero concisas, de esas que llegan al alma y obligan a reflexionar. Gracias a cada uno de vosotros, compañeros de este peregrinar, por hacerme ver que puedo recuperar la serenidad perdida y empezar a ver la vida de otra forma.”


     
Tras unos minutos de silencio (un silencio cargado de ternura y sentimiento) llegó el rito de la paz. Papá nos abrazó a mamá y a mí como si temiera perdernos  en aquel mismo instante. Fue el momento más maravilloso del mundo, tan especial que me alegré de no haber suspendido y de que a mamá se le hubiera ocurrido pasar las vacaciones caminando todos juntos hacia Santiago de Compostela. Después de eso, nada malo podía pasarnos. En todo caso, las cosas irían a mejor porque estábamos más unidos que antes.

     Supe que lo que había escuchado a algunos de los peregrinos era cierto. El camino era mágico. Solo tenía que esperar. Quién sabía cuántos trucos de magia nos quedaban por ver antes de alcanzar la Compostela.

                                                                Lourdes Aso Torralba

miércoles, 20 de abril de 2022

RESOLUCIÓN DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO

 RESOLUCIÓN DEL TERCER CONCURSO LITERARIO DE RELATO CORTO.

     Ya tenemos ganadora del Tercer Concurso Literario de Relato Corto organizado por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios.


     Este año se han presentado un total de doce Relatos de los cuales dos proceden de Cenicientos, uno de Cadalso de los Vidrios, uno de Madrid, dos de Jaca (Huesca), uno de Valencia, uno de Albacete, uno de Mallorca y uno de Sevilla; los otros dos proceden de Galati en Rumanía y de Bélgica.

     El jurado ha estado compuesto por:
Pilar Campos Benito, escritora de poesías, ha publicado ya varios libros y es miembro de nuestra asociación.

- Raquel Sebastián, se dedica a las artes escénicas con especial atención al mundo infantil, ganadora del Segundo Concurso Literario de Relato Corto organizado por la AACSCV de Cadalso en 2021.

- Miguel Moreno, colaborador en el blog de "El zorro corredero" con textos cargados de recuerdos y emotividad y simpatizante de nuestra asociación.

Alberto, librero y editor  

- Eugenio Baquera en representación de la AACSCV.

     La decisión ha sido difícil pues la calidad de los relatos presentados hacían complicado elegir el que más ha gustado. De los doce relatos presentado tres llegaron a la final y entre ellos se ha elegido el que más ha gustado. Nunca esto quiere decir que unos sean mejores que otros. Los relatos finalistas han sido: "El truco" presentado bajo el pseudónimo de Pacul, "El forastero y yo" bajo el pseudónimo de "Bolicha", y "Un recorrido buscando las huellas" bajo el pseudónimo "Fraterna Montis". 

     El relato que ha resultado ganador es "El truco".


     Abiertas las plicas con la identidad de los participantes resulta:
Relato ganador "El truco", autora Lourdes Aso que envía su relato desde Jaca (Huesca).
Relatos finalistas: "Un recorrido buscando las huellas", autor Manuel Monteagudo que nos manda su relato desde Valencia; y "El forastero y yo" cuya autora es Carmen López que nos hace llegar su relato desde Cadalso de los Vidrios.

     Felicidades a la ganadora del concurso, a los autores de los relatos finalistas y a todos los participantes en este Tercer Concurso Literario.

Realiza la entrada Javier Perals.