PATROCINADORES 2023-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2023-2

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas gracias.

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

MAPA FOLLETO
MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

viernes, 12 de junio de 2020

PASEO A CANTOELAGUA

PASEO A CANTOELAGUA.
     Es miércoles y llega mi día de paseo largo por el término de Cadalso. Tengo ahora mismo dos posibles destinos que quiero hacer en mis paseos, uno es el madroño considerado Árbol Singular cerca del Cerro Majuelito y que no sé si fue afectado por el incendio el pasado verano.

     El otro es el conjunto rocoso de Cantoelagua, y cuyo bosque cercano también fue afectado por el incendio, aunque aún no lo he visto.

     Al principio de llegar a Cadalso, desde que nos vinimos a vivir aquí, hicimos un montón de caminos que estoy volviendo a recorrer ahora. Por desgracia no puedo aportar fotos de entonces, o por no ir cargado con la cámara o por haber extraviado algunas. Hubiera sido interesante comparar las de aquella época con las de ahora.

     Por entonces recorrimos varios de los caminos que bordean la Peña, el camino de Casa Tablas y el camino del Valle, varios de los caminos que van a la Sierra, el camino de Cenicientos y el Camino del Molinillo cuando todavía no estaba construida la depuradora. (De este último creo que si tengo fotos).

     Un día nos fuimos por la Castellana y vimos a la derecha un camino que bordea la Peña, y sin saberlo, hicimos el camino de Cantoelagua hasta que no pudimos avanzar más. Entonces lo hicimos Agustina, nuestro perro de entonces que se llamaba Boliche y yo.

     Cuando se amplió el límite en la distancia y nos podíamos alejar hasta cinco kilómetros, me planteé volver a hacer este camino, esta vez solo, aunque me habían avisado que habría zonas deprimentes debido al fuego del verano pasado.


     Bordear la Peña por el lado sur resulta realmente atractivo porque se intercalan volúmenes y sombras entre los roquedales que jalonan la ladera. Muchas de ellas, solitarias, llaman mi atención.


     El silencio predominante en un día de diario se armoniza, por el canto de los pájaros y de vez en cuando se interrumpe por el ruido de un coche pasando por la carretera, cercana aunque invisible a la vista.


     Llego a la zona donde se encuentran los primeros chalets, o fincas, donde algunos perros ladran a mi paso y antes de pasarlas todas me encuentro, no sé cómo se llama, "el canto gordo". ¿Canto Pairón? 


     Entre las primeras actividades que realizó la Asociación del Camino de Santiago fue una marcha a conocer las tumbas del "Prao Porrilla" (en 2013), conducidos por Pedro Alfonso, y la mayor parte del grupo nos hicimos una foto ante esta peña.


     Sigo andando y encuentro una cuidada viña al pie de la Peña Muñana, sin saberlo es el último paisaje que encuentro que no se habrá visto afectado por el incendio.

     Algo más adelante las muestras de lo que pasó me pone los pelos de punta. Se cortaron numerosos pinos de los que han quedado diseminados algunos troncos. Pero esto no es lo peor, lo que más me impresionó fueron los que quedaron de pie completamente achicharrados.

     Paso junto a dos fincas en las que son patentes los estragos, especialmente en la primera que ha sido llamada "La Joyuela". En la segunda el cartel de azulejos, dañado por los hielos o por el fuego, indica "Cantoelagua"


     La naturaleza se apiada de mi angustia y me obsequia con florecillas dispersas por el campo o concentradas en ramilletes al abrigo de las peñas.



     Por fin veo el conjunto de rocas al que creo se denomina "El Cantoelagua", aunque no van conmigo los amigos que me informan de los topónimos del municipio: Ángel "Canillo", Pedro Alfonso el "Zorro Corredero" o Salvador Alcazar, toda una autoridad en estas cuestiones.



     Hago varias fotos desde diferentes puntos de vista al conjunto de rocas y me parece verlas vivas a pesar de todo, a pesar de estar ennegrecidas e inmóviles.


     Decido seguir andando por el camino al menos hasta llegar al collado, desde donde espero ver el valle del Labros, que forma límite con Almorox en la provincia de Toledo. Esta vez es el cielo el que llama mi atención y me regala un fino tejido de nubes.
Mirando al Este, al valle del Labros.


     Admirando el cielo se han plantado ante mí otras grandes rocas que me hacen dudar si son ellas las que son llamadas "Cantoelagua". Un lugareño me había dicho que el camino adelante adelante, al final arriba, y estos cantos están ya en la parte más alta de mi camino.



     Tras las pertinentes fotos y la duda a cuestas inicio el camino de regreso, va haciendo calor y no quiero llegar muy tarde. Hago más fotos de las zonas quemadas que no pondré en esta entrada y se me ocurre preparar algo para cuando sea el aniversario de aquel incendio.

La parte derecha de esta peña me parece una "menina".

     A la sombra de un pino hago un alto para beber agua y comer unos dátiles, y me acuerdo de los compañeros de marcha de otras ocasiones o del Camino de Santiago del Sureste, con los que compartía tan reparador alimento. Vuelvo a Cadalso entre un baile de nubes.




Fotos y texto: Javier Perals.

jueves, 11 de junio de 2020

SEGUIR ANDANDO, RELATO PRESENTADO AL CONCURSO LITERARIO

RELATO PRESENTADO AL CONCURSO LITERARIO DE LA AACSCV.
SEGUIR ANDANDO         Javier Díez Carmona
El miedo me asalta por las noches.
No importa que deje encendida la luz del dormitorio. No importa que a través de la ventana las estrellas me sonrían con la callada quietud de su luz adormecida. Cuando el silencio invade la vivienda, cuando solo el rumor quedo del Cantábrico me arrulla con pasión de enamorado, el monstruo que habita en mis entrañas despierta hambriento de mi cuerpo. Y al sentir el rumor de sus pasos sobre la carne mustia, el veneno de su aliento acariciando el envés cuarteado de la piel, un terror ingobernable revienta contra mi cordura. Porque, una vez desperezada, esa alimaña nacida de mis células deformes clavará sus colmillos en mi alma, ansiosa por arrancar a grandes dentelladas trozos sanguinolentos de mí misma, excrecencias que la engordan y alimentan hasta hacerla inmune al vudú extraño de los médicos y al fuego de la radioterapia.

El miedo me asalta por las noches.
Y por las noches me enfrento al hielo de su abrazo armada de recuerdos y esperanza.
Éramos jóvenes. Cuatro muchachas henchidas de proyectos. Frente a nosotras, el Camino se abría, estrecho e infinito. Santiago quedaba lejos, velado por una distancia inalcanzable a la cortedad de nuestros pasos. Y, sin embargo, su presencia era palpable en cada hoja raída de otoño, en cada nube polvorienta adherida a nuestras botas, en cada conversación y cada silencio. Desde Toledo, el camino serpenteaba entre pinares viejos y piedras amarilleadas de musgo, olorosas a tomillo y ganado. También a asfalto y tráfico de camiones, pero esos instantes hediondos a gasoil apenas si dejaron en mi memoria ecos dispersos de su paso.

No eran muchos los peregrinos que aquel octubre desangelado se atrevieron a afrontar los casi setecientos kilómetros que nos separaban de la morada última del Santo. A veces, en los albergues, éramos las únicas beneficiarias de una hospitalidad que, en el fragor diario de la ciudad, llegamos a creer desaparecida. Otras, las menos, compartíamos habitación y literas con parejas de cabellos rubios y habla ininteligible, o con grupos de jubilados prestos a disfrutar al límite de una libertad reencontrada tras romper las cadenas laborales.

Pero si en los peores momentos de la enfermedad regreso a ese año en que una locura extraña nos animó a caminar hasta Santiago, es porque el dolor que el cáncer provoca en mis entrañas me devuelve a la caída que, en la tercera etapa de nuestra aventura, estuvo a punto de mandarme de vuelta a casa.
Era una carreterita estrecha, por donde ascendíamos arrastrando a duras penas el cansancio de la jornada. Tropecé, no sé ni cómo, y el peso de mi cuerpo y mi mochila aterrizó sobre mi rodilla izquierda. Y todavía hoy, a pesar de los años transcurridos, a pesar de las enfermedades y los negros augurios de los galenos, recordar ese momento despierta en mis huesos pinchazos de temor y pesar.

Gracias a mis amigas, logré alcanzar Cadalso de los Vidrios, el punto donde, no tenía dudas, morían mis esperanzas de seguir en la aventura. Apenas podía caminar, y apoyar la pierna lacerada era un suplicio soportable a duras penas. No había albergue entonces en Cadalso, de modo que, refugiadas en una tahona olorosa a café y adobo, hicimos un recuento apresurado de nuestro dinero en la confianza de que alcanzara para el taxi de regreso. Allí, en aquel villorrio que entonces me pareció insignificante, y hoy ocupa un lugar privilegiado en mi memoria, terminaba nuestro sueño.

Primero fue la mujer que atendía la barra, preocupada ante la expresión descompuesta de mi rostro. Después, un grupo de parroquianos que se acercaron en busca de una baraja y unas horas de asueto. Una anciana, que avisó a su hijo y sus nietos. De repente, y sin necesidad de pedir nada, decenas de vecinos rodeaban nuestra mesa ofreciéndonos ayuda, refugio y compañía en un momento en que nuestro endeble universo adolescente amenazaba desplomarse.

Fueron ellos, fue su espontanea solidaridad, quizá entendible solo en el marco atemporal del Camino, quienes frenaron el derrumbe de nuestros anhelos. Sin hacer caso a nuestras débiles protestas, nos alojaron en una vivienda vacía, acondicionada en unas horas como albergue, un refugio sencillo y acogedor donde permanecimos el tiempo que mi rodilla tardó en volver a su grosor habitual. Nos trajeron mantas y comida, compañía y aliento en cada palabra. Y cuando, todavía cojeando, nos animamos a abandonar aquel inesperado oasis de cariño, fueron varios los vecinos que, preocupados todavía por mi estado, caminaron con nosotras hasta Cebreros.

Solas, habríamos sido incapaces de llegar a nuestro destino.
Por eso, cuando se duerme la tierra y el miedo me atenaza, me aferro a quienes hoy me acompañan en esta ruta cuya meta no es otra que la vida: a la oncóloga, al enfermero, y a la pléyade de sonrisas y gestos mudos de ternura que, desde la aséptica blancura de un hospital que es mi Camino, jamás dejan de apoyarme. Y apretados los dientes y los puños, me lanzo a transitar por los senderos de la enfermedad a la caza de un milagro. Un milagro posible, porque no hay cáncer capaz de derrotarme si no dejo de andar; si mis compañeras, mis hermanos, siguen permitiendo que se desborde la hospitalidad, esa solidaridad que, ahora lo sé, no está solo constreñida al Camino de Santiago.

sábado, 6 de junio de 2020

DE FACHADAS, CARTELES, FLORES Y OTRAS COSAS

DE FACHADAS, CARTELES, FLORES Y OTRAS COSAS.
     Con la declaración del Estado de Alarma cerraron numerosos establecimientos públicos y cerraron los colegios, escuelas e institutos.

     Desde distintos medios y sectores se animó a los niños y niñas confinadas a pintar arco Iris con mensajes solidarios y así lo han hecho muchos, animándose algunos a ponerlos en las ventanas.



     No sólo los niños, en otros domicilios o en el propio Ayuntamiento se pusieron mensajes de ánimo, especialmente destinados a los sanitarios, a Protección Civil y a las fuerzas del orden.




     A medida que la pandemia avanzaba y aumentaba el número de fallecidos se empezaron a poner lazos y crespones negros, muchas veces sobre la bandera de España.



     Pero no solo carteles y banderas trataban de infundir ánimos o de dar las gracias a los que seguían trabajando, muchos vecinos colocaban flores en ventanas y balcones como símbolo de vida y de esperanza.



     Este año también han sido más los vecinos que han seguido la tradición de colocar las "cruces de mayo", dando la sensación de que empieza a consolidarse la recuperación de esta costumbre.

      Todas estas acciones han creado, al menos temporalmente, un espíritu solidario entre las gentes de Cadalso, donde influyeron de manera especial Protección Civil, Bomberos y Policía Municipal.



     Y digo temporalmente porque luego dejaron de felicitar a los niños y de pasar con la música a recoger los aplausos de la población. Y los políticos, de aquí, de Madrid y del Estado, en vez de mostrar una unidad que muchos habríamos agradecido, se dedicaron a sacar sus rivalidades, sus malos modos y hasta su odio. Aunque en los tres estamentos citados se han hecho cosas bien, también alguna mal, las buenas acciones han quedado empañadas y contaminadas por sus actitudes.

     En Cadalso nos podemos alegrar de la baja incidencia de la pandemia sobre la población, de la información recibida especialmente a través de Cadalso Opina y del ejemplar comportamiento de Protección Civil y Policía Local. Aunque algunas cosas deben cambiar para que "Todo salga bien".
Fotos y texto: Javier Perals.