PATROCINADORES 2023-1

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas Gracias.

PATROCINADORES 2023-2

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La Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Cadalso de los Vidrios agradece su colaboración a todos nuestros PATROCINADORES. Muchas gracias.

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO

MAPA DE METRO DE LOS CAMINOS DE SANTIAGO
FEDERACIÓN DE ASOCIACIONES DEL CAMINO DE SANTIAGO LEVANTE-SURESTE

MAPA FOLLETO

MAPA FOLLETO
MAPA DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID, DESDE ESCALONA A CADALSO Y DE CADALSO HASTA CEBREROS, CON FOTOS DE LUGARES SINGULARES DE TODAS LAS POBLACIONES.

INFORMACIÓN FOLLETO

INFORMACIÓN FOLLETO
CARA DE INFORMACIÓN DEL MAPA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO DEL SURESTE A SU PASO POR LA PROVINCIA DE MADRID ENTRE ESCALONA (TOLEDO) Y CEBREROS (ÁVILA) CON INFORMACIÓN DE LOS RECURSOS EN LOS DISTINTOS MUNICIPIOS. ESTE FOLLETO HA SIDO EDITADO POR LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO EN CADALSO DE LOS VIDRIOS CON EL PATROCINIO DE LA CONSEJERÍA DE TURISMO DE LA COMUNIDAD DE MADRID. AGRADECEMOS AL AYUNTAMIENTO DE CADALSO SU COLABORACIÓN.

jueves, 11 de junio de 2020

SEGUIR ANDANDO, RELATO PRESENTADO AL CONCURSO LITERARIO

RELATO PRESENTADO AL CONCURSO LITERARIO DE LA AACSCV.
SEGUIR ANDANDO         Javier Díez Carmona
El miedo me asalta por las noches.
No importa que deje encendida la luz del dormitorio. No importa que a través de la ventana las estrellas me sonrían con la callada quietud de su luz adormecida. Cuando el silencio invade la vivienda, cuando solo el rumor quedo del Cantábrico me arrulla con pasión de enamorado, el monstruo que habita en mis entrañas despierta hambriento de mi cuerpo. Y al sentir el rumor de sus pasos sobre la carne mustia, el veneno de su aliento acariciando el envés cuarteado de la piel, un terror ingobernable revienta contra mi cordura. Porque, una vez desperezada, esa alimaña nacida de mis células deformes clavará sus colmillos en mi alma, ansiosa por arrancar a grandes dentelladas trozos sanguinolentos de mí misma, excrecencias que la engordan y alimentan hasta hacerla inmune al vudú extraño de los médicos y al fuego de la radioterapia.

El miedo me asalta por las noches.
Y por las noches me enfrento al hielo de su abrazo armada de recuerdos y esperanza.
Éramos jóvenes. Cuatro muchachas henchidas de proyectos. Frente a nosotras, el Camino se abría, estrecho e infinito. Santiago quedaba lejos, velado por una distancia inalcanzable a la cortedad de nuestros pasos. Y, sin embargo, su presencia era palpable en cada hoja raída de otoño, en cada nube polvorienta adherida a nuestras botas, en cada conversación y cada silencio. Desde Toledo, el camino serpenteaba entre pinares viejos y piedras amarilleadas de musgo, olorosas a tomillo y ganado. También a asfalto y tráfico de camiones, pero esos instantes hediondos a gasoil apenas si dejaron en mi memoria ecos dispersos de su paso.

No eran muchos los peregrinos que aquel octubre desangelado se atrevieron a afrontar los casi setecientos kilómetros que nos separaban de la morada última del Santo. A veces, en los albergues, éramos las únicas beneficiarias de una hospitalidad que, en el fragor diario de la ciudad, llegamos a creer desaparecida. Otras, las menos, compartíamos habitación y literas con parejas de cabellos rubios y habla ininteligible, o con grupos de jubilados prestos a disfrutar al límite de una libertad reencontrada tras romper las cadenas laborales.

Pero si en los peores momentos de la enfermedad regreso a ese año en que una locura extraña nos animó a caminar hasta Santiago, es porque el dolor que el cáncer provoca en mis entrañas me devuelve a la caída que, en la tercera etapa de nuestra aventura, estuvo a punto de mandarme de vuelta a casa.
Era una carreterita estrecha, por donde ascendíamos arrastrando a duras penas el cansancio de la jornada. Tropecé, no sé ni cómo, y el peso de mi cuerpo y mi mochila aterrizó sobre mi rodilla izquierda. Y todavía hoy, a pesar de los años transcurridos, a pesar de las enfermedades y los negros augurios de los galenos, recordar ese momento despierta en mis huesos pinchazos de temor y pesar.

Gracias a mis amigas, logré alcanzar Cadalso de los Vidrios, el punto donde, no tenía dudas, morían mis esperanzas de seguir en la aventura. Apenas podía caminar, y apoyar la pierna lacerada era un suplicio soportable a duras penas. No había albergue entonces en Cadalso, de modo que, refugiadas en una tahona olorosa a café y adobo, hicimos un recuento apresurado de nuestro dinero en la confianza de que alcanzara para el taxi de regreso. Allí, en aquel villorrio que entonces me pareció insignificante, y hoy ocupa un lugar privilegiado en mi memoria, terminaba nuestro sueño.

Primero fue la mujer que atendía la barra, preocupada ante la expresión descompuesta de mi rostro. Después, un grupo de parroquianos que se acercaron en busca de una baraja y unas horas de asueto. Una anciana, que avisó a su hijo y sus nietos. De repente, y sin necesidad de pedir nada, decenas de vecinos rodeaban nuestra mesa ofreciéndonos ayuda, refugio y compañía en un momento en que nuestro endeble universo adolescente amenazaba desplomarse.

Fueron ellos, fue su espontanea solidaridad, quizá entendible solo en el marco atemporal del Camino, quienes frenaron el derrumbe de nuestros anhelos. Sin hacer caso a nuestras débiles protestas, nos alojaron en una vivienda vacía, acondicionada en unas horas como albergue, un refugio sencillo y acogedor donde permanecimos el tiempo que mi rodilla tardó en volver a su grosor habitual. Nos trajeron mantas y comida, compañía y aliento en cada palabra. Y cuando, todavía cojeando, nos animamos a abandonar aquel inesperado oasis de cariño, fueron varios los vecinos que, preocupados todavía por mi estado, caminaron con nosotras hasta Cebreros.

Solas, habríamos sido incapaces de llegar a nuestro destino.
Por eso, cuando se duerme la tierra y el miedo me atenaza, me aferro a quienes hoy me acompañan en esta ruta cuya meta no es otra que la vida: a la oncóloga, al enfermero, y a la pléyade de sonrisas y gestos mudos de ternura que, desde la aséptica blancura de un hospital que es mi Camino, jamás dejan de apoyarme. Y apretados los dientes y los puños, me lanzo a transitar por los senderos de la enfermedad a la caza de un milagro. Un milagro posible, porque no hay cáncer capaz de derrotarme si no dejo de andar; si mis compañeras, mis hermanos, siguen permitiendo que se desborde la hospitalidad, esa solidaridad que, ahora lo sé, no está solo constreñida al Camino de Santiago.

sábado, 6 de junio de 2020

DE FACHADAS, CARTELES, FLORES Y OTRAS COSAS

DE FACHADAS, CARTELES, FLORES Y OTRAS COSAS.
     Con la declaración del Estado de Alarma cerraron numerosos establecimientos públicos y cerraron los colegios, escuelas e institutos.

     Desde distintos medios y sectores se animó a los niños y niñas confinadas a pintar arco Iris con mensajes solidarios y así lo han hecho muchos, animándose algunos a ponerlos en las ventanas.



     No sólo los niños, en otros domicilios o en el propio Ayuntamiento se pusieron mensajes de ánimo, especialmente destinados a los sanitarios, a Protección Civil y a las fuerzas del orden.




     A medida que la pandemia avanzaba y aumentaba el número de fallecidos se empezaron a poner lazos y crespones negros, muchas veces sobre la bandera de España.



     Pero no solo carteles y banderas trataban de infundir ánimos o de dar las gracias a los que seguían trabajando, muchos vecinos colocaban flores en ventanas y balcones como símbolo de vida y de esperanza.



     Este año también han sido más los vecinos que han seguido la tradición de colocar las "cruces de mayo", dando la sensación de que empieza a consolidarse la recuperación de esta costumbre.

      Todas estas acciones han creado, al menos temporalmente, un espíritu solidario entre las gentes de Cadalso, donde influyeron de manera especial Protección Civil, Bomberos y Policía Municipal.



     Y digo temporalmente porque luego dejaron de felicitar a los niños y de pasar con la música a recoger los aplausos de la población. Y los políticos, de aquí, de Madrid y del Estado, en vez de mostrar una unidad que muchos habríamos agradecido, se dedicaron a sacar sus rivalidades, sus malos modos y hasta su odio. Aunque en los tres estamentos citados se han hecho cosas bien, también alguna mal, las buenas acciones han quedado empañadas y contaminadas por sus actitudes.

     En Cadalso nos podemos alegrar de la baja incidencia de la pandemia sobre la población, de la información recibida especialmente a través de Cadalso Opina y del ejemplar comportamiento de Protección Civil y Policía Local. Aunque algunas cosas deben cambiar para que "Todo salga bien".
Fotos y texto: Javier Perals.

miércoles, 3 de junio de 2020

SUBIDA A LA PEÑA MUÑANA.

SUBIDA A LA PEÑA MUÑANA.
     Durante el largo confinamiento en el que estamos participando, la mayor parte de los habitantes de Cadalso se han comportado de la forma debida y eso ha propiciado que haya tan pocos contagios en el pueblo. Sólo censurar al principio el comportamiento de algunos jóvenes.

     Todos los días al levantarme salgo a la terraza de la habitación y veo la Peña, y todos los días me decía a mí mismo que en cuanto fuera posible volvería a subir. En cuanto flexibilizaron las condiciones de los paseos, podían durar más de una hora y llegar hasta los 5 km me propuse subir hasta la Peña Muñana.

     Decidí dejar el perro en casa para ir más libre, por lo que tuve que pasearlo antes de ponerme en camino. Eran poco más de las ocho y media cuando salía de casa y ese día anunciaban calor.


     Atravesé el pueblo por calles solitarias hasta llegar a la zona de la Castellana por donde inicié el ascenso. Los pinos tenían un color más vivo y me detuve varias veces para contemplar el paisaje que se abría ante mí o para volver la vista hacia Cadalso.

     Llegué a ese punto en el que temporalmente deja de verse Cadalso y se pueden ver las cicatrices que las canteras dejaron en el paisaje, y de nuevo me detuve para ubicar algunos lugares: la carretera del Venero, el Centro de Interpretación de la Naturaleza, ...

     Sigo ascendiendo por la parte trasera del primer risco que se ve en el ascenso a la peña, donde abundan marmitas vetonas y piedras con formas curiosas, como la piedra-pez. Desde aquí siempre hago una foto al Fraile y la Monja, que sin prestar ninguna atención a mi presencia siguen con su oración al Creador o tal vez una charla mística.



     Cuando empiezo a cruzar esa pequeña llanura que lleva al bosque de pinos empiezan a ser visibles los estragos ocasionados por el fuego del pasado verano y por las acciones humanas que en teoría procedían a su limpieza. Encuentro el camino bloqueado por un pino del que se han llevado el tronco pero han dejado el ramaje intacto.

     Más adelante otro pino, esta vez caído dejando parte de sus raíces al aire.

     Un poco más adelante se hace visible una especie de cortafuegos con todo arrasado, aunque no limpio. Si han metido maquinaria pesada hasta aquí, si era necesario hacer cortafuegos, por lo menos que los dejen limpios y se lleven troncos y ramajes quemados. Seguramente a alguien no le gustará lo que voy a escribir pero no me gusta como lo han dejado.



     Como me voy entreteniendo en hacer fotos me alcanza un amigo con su hija, menor de edad, nos salimos del camino y lo perdemos, aunque lo encontraremos más tarde un poco más arriba, llegando ya a lo que fue el recinto del poblado árabe que se cree que habitó allí hace ya varios siglos.



     No subo con ellos a la Peña pues quiero subir antes a la que queda a la izquierda desde donde puede verse un amplio paisaje hacia la Granjilla, la urbanización del Encinar y el Pinar de Almorox.


     Desde allí pueden verse perfectamente los tres picos o cotas de la Peña Muñana, la cuarta sería el conjunto del Fraile y la Monja que quedan ocultos desde mi posición. Aquí también veo alguna marmita y hago alguna foto para mi amigo Ángel.


     Desde allí también puede verse la "Silla del Rey Moro", junto al enorme pino que había a su lado y que ha caído rozando la piedra.

     Desciendo y hago fotos de paredes que parecen antiguas construcciones de cabañas y corrales. El fuego quemó la maleza y las zarzas y la visión que tengo del conjunto no lo había visto antes.


     Después subo hasta la Peña donde encuentro a más conocidos y desde la cumbre vuelvo a sacar fotos de Cadalso y de su precioso entorno. La nueva vegetación enmascara la negrura y desolación visible hace unos meses.
Roca vertical antes de subir, yo la llamo "el relincho del caballo"




     Decido descender por el lado derecho de la peña, como si bajara a la carretera de Madrid. Aquí el trabajo de limpieza realizado es más acorde con el entorno y con su regeneración. Con los propios troncos caídos o cortados, se han hecho parapetos entre rocas y vaguadas que se han rellenado con la leña más fina de las ramas, tratando así de evitar la fuerza erosiva del agua de lluvia.



  
     Realizo varias fotos de estos parapetos que al mezclarse con tierra proporcionarán nutrientes y servirán para la regeneración vegetal de la Peña.

     Sigo descendiendo moviéndome entre la zona de escalada y la parte baja de la Peña, desde donde vuelvo a ver una imagen inédita para mi del Fraile y la Monja.

     Mientras le hago fotos a esas dos peñas enfrentadas me parece notar un gesto que nunca antes había sentido, acabo de tener la sensación de que la monja le hace "la cobra" al fraile. Ha sido un momento, pero si es así, me temo que la conversación que tenían cuando yo subía... no era tan mística.

     Sigo bajando y dejo atrás las zonas quemadas. Afortunadamente esta parte del bosque no resultó afectada por el incendio y entre sombras y furtivas miradas a la peña vuelvo a casa. Hace calor.





Fotos y texto: Javier Perals.