ETAPA ARÉVALO SAN VICENTE DE PALACIO
Los presagios no eran buenos y anunciaban lluvias en la zona de Arévalo. Llegamos a Arévalo y hacía sol. Foto del grupo ante el castillo y al puente medieval.
Frente al puente un arco a modo de puerta, los ánimos estupendos, las nubes..., entre soberbias y amenazantes.
Cruzamos el puente y no hay más remedio que cruzar el polígono hasta que enfilamos la carretera. Es tranquila y apenas hay tráfico, pero al rato aparece el camino al lado y la abandonamos.
Apenas 8 km y llegamos al primer pueblo, Palacios de Goda: el toro metálico o Neoverraco de Iván Gómez Aparicio, la ermita de la Fonsgriega del siglo XV, la Iglesia de San Juan con la cigüeña en su torre, la veleta taurina y algunos edificios más en los que se combina el ladrillo y el tapial.
Casi cuando salíamos del pueblo llegaba la furgoneta del reparto, era una pescadería móvil, pero tenía de todo: pastas, rosquillas, vino, ... y hasta pilas. El tendero, Javi, muy simpático nos contó que la veleta era de Pepe el torero.
Tras coger fuerzas con los dulces y con el vino que compró Canillo, vuelta al camino, con bromas y alegría.
Ante nosotros la meseta castellana con sus vastas llanuras, con sus campos inundados de verde y un cielo que se viste de faralaes con nubes blancas y grises.
Más adelante Honquilana, un pueblo abandonado que se deshace en sus paredes de tapial y adobe y lo que parece fue una alberca. Recuerdo entonces la historia de Humanejos, un despoblado que había cerca de Parla y que al parecer fue abandonado a causa de los mosquitos, y pienso si no sería el mismo motivo el obligó a los antiguos moradores de Honquilana a dejar su pueblo.
A medida que avanzamos se hacen más visibles los campos de colza, con sus flores amarillas, y se presentan ante nosotros paisajes de una gran simplicidad de líneas pero de una belleza extraordinaria.
Poco a poco la carretera se acerca al camino y ya cerca de Ataquines decidimos hacer un descanso para tomar el almuerzo que traemos en la mochila. Se comparten frutos secos, dulces, pasas y chocolate.
Proseguimos el camino y divisamos la instalación de comederos para perdices. Los campos de colza se hacen más grandes y más cercanos y las nubes nos recuerdan los malos presagios pero respetan nuestro caminar peregrino y aún dejan que asome el sol y caliente nuestros cuerpos.
Al llegar a San Vicente de Palacio nos reciben unas ovejas, una iglesia cerrada, una placa que debería haberse cambiado y una señora muy simpática que nos indicó donde estaba el bar.
Al llegar al local ya estaban allí los andarines rápidos, pregunto si tienen sello y me dicen que no, pero que está allí el alcalde que acaba de volver del campo. De buena conversación me explicó que tendría que coger la bici, ir a su casa, a las afueras del pueblo, a por las llaves del Ayuntamiento, regresar y abrir el ayuntamiento. A mí me parecía verle muy apalancado en la barra del bar y le insistí. Enseguida me preguntó un señor si valía el sello de la asociación de mayores: "Si viene el nombre del pueblo por supuesto" y se fue raudo a por él. No sé si por apuro, o por político, el alcalde me prometió que haría un sello relativo al Camino de Santiago que dejaría en el bar. El presidente de la asociación de mayores de San Vicente de palacio nos puso los sellos en las credenciales.
Salimos del bar, nos hicimos las fotos de haberlo conseguido y vuelta en autobús a Arévalo para comer.
Fotos de Richard Pickers, Eugenio Baquera, Raquel López Moreno y Javier Perals.
Texto de Javier Perals.
