ETAPA DE SAN VICENTE DEL PALACIO A RUEDA.
Hay quien dice que el santo Apóstol nos acompaña y nos protege. La verdad es que yo no creo mucho en estas cosas, pero es que resulta..., que va a ser verdad.
Iniciábamos la etapa hacia las siete y diez de la mañana, cuando nos encontrábamos en la gasolinera de Cadalso (antes de Campsa ahora de Repsol) esperando al autobús de Fernando que procedente de Escalona iba a llevarnos hasta San Vicente del Palacio, en la provincia de Valladolid.
Desde allí arrancaba esta nueva etapa del Camino del Sureste, cuyos tramos hemos adaptado a nuestras necesidades,variando los puntos de origen y final de etapa. El aire fresco, tirando a frío, en Cadalso, nublado en el recorrido y nublado en San Vicente.
Allí nos encontramos con Ricardo y Rosa y con Rosi y su marido, que se habían desplazado por su cuenta para unirse a nosotros en la etapa. Como siempre la foto de rigor del grupo antes de salir, y que nadie se quiere perder, tanto para salir en ella como para hacerla.
Salimos de San Vicente dejando sus solitarias calles atrás. El bar cerrado, el ayuntamiento cerrado y sus casas durmientes cerradas. Tan sólo vimos un vecino que transportaba maderas en un enorme y potente tractor.
Pronto toman la delantera Lorenzo, Carmen y Valentín, que a veces se quejan que apenas salen en las fotos. La razón es muy sencilla, los demás apenas les vemos. Entre las dos fotos que van a continuación apenas han pasado unos segundos...: no somos capaces de seguirlos.
El camino se dirige hacia un puente de piedra y ladrillo y que tiene sueltos algunos elementos arquitectónicos. La autovía y el camino se acercan hasta ir prácticamente juntos. El grupo se va disgregando según el ritmo que cada uno quiere y puede seguir.
El sol hace pequeñas apariciones y aunque el cielo aparezca nublado el día está claro y los campos limpios y relucientes. Destacan los amarillos de los cultivos de colza, producto que se dedicará a la fabricación de aceites vegetales y de combustible de biomasa, pero no deslumbran como hace dos semanas.
Pronto se divisa la torre del Castillo de La Mota, de Medina del Campo, aunque la llegada a esta preciosa ciudad se hará esperar. Cuando Pedro y yo entramos los últimos en Medina los primeros han tomado ya al asalto la primera cafetería que han encontrado y se reparten cafés y cervezas entre unos y otros. Decidimos dar un golpe de timón y Pedro y yo nos acercamos a la hermosa plaza de la Hispanidad, donde se encuentra en Ayuntamiento y la Oficina de Turismo, donde nos sellan las credenciales.
Aprovechando que el grupo aún no se ha concentrado en la plaza, Carmen y yo nos metemos en la carpa donde se distribuyen los puestos de la feria de artesanía. Una primera foto al alfarero que trabaja ante la presencia de espectadores y posibles clientes y una vuelta rápida por el recinto cubierto para plasmar algún detalle.
Llamo a Julián y al decirme que ya salen los últimos, destino a la plaza, le indico por donde nos vamos para continuar con nuestra etapa. Hablamos del buen aspecto que tiene la plaza y las calles comerciales que la rodean y dirigimos nuestros pasos hacia la carretera de Rueda. Observamos que hay pocas señales pintadas, o bien se han borrado, y debemos preguntar varias veces. Al cabo vemos las típicas flechas amarillas que confirman nuestro camino.
Apenas se sale de Medina del Campo cuando la antigua Nacional N-6 se cruza con la autovía destino Galicia y apreciamos cierta confusión en la señalización. Los que van delante, los escapados, esta vez cuatro, han tomado por el lado izquierdo de la carretera y aunque les gritamos no logramos convencerles que el camino va cruzando la autovía por un paso elevado.
Campos de cereales, cultivos de colza, zonas terrosas socavadas por multitud de madrigueras de conejos y algunas zonas embarradas. El cielo sigue cubierto pero de vez en cuando se abre un claro y apreciamos cómo el sol calienta. El camino serpentea y se pierde en un alto. Tal vez, al llegar allí veamos Rueda.
El tiempo pasa más rápido que lo que nuestros pies se mueven, detrás del primer horizonte había otro horizonte, y detrás nuestra, empujadas por el viento del sur, parecen aproximarse nubes amenazadoras.
Por fin vemos la cuba, la enorme cuba edificada por una bodega y que nos indica la presencia de la localidad famosa por sus vinos rosados: Rueda.
Llegan los primeros, luego van llegando más, y mientras nos vamos juntando entro en varios establecimientos a preguntar si tienen un sello para poner en la credencial. Junto a la gasolinera entramos en un bar restaurante y aunque casi todos piden cerveza yo pido un rosado de rueda. Me quedo solo. En el vino y con el vino. Pido un aperitivo o unas aceitunas para acompañar aquel exquisito trago que al poco se me vuelve pesado e incomodo. ¡Necesito tomar algo con el vino! y me acuerdo de las patatas del Churrero.
Con casi todos los participantes dentro del establecimiento se pone a llover, aunque faltan dos, Domingo y Santiago han quedado algo rezagados y llegan en pleno chaparrón. El santo Apóstol no debió calcular bien la hora y por apenas unos minutos no todos se libraron de la lluvia, aunque en general nos consideramos protegidos por el Apóstol Santiago, pues no ha sido ni la primera ni la única vez.
Vuelta a comer a Medina del Campo, donde llegamos pasadas las 15,30 y donde ya nos tienen reservado un amplio espacio para nosotros. El arroz fuertecito pero me ha gustado mucho, y ha sido la excusa para tomarme otro vinito. Las carrilleras jugosas y tiernas. Y el pastel casero buenísimo. (Mi madre decía que con bocas así daba gusto cocinar). Aunque claro, esta es mi opinión, porque después aparecerá un puntilloso o un soplagaitas que le encontrará más de un fallo a la comida. Lo siento por ellos porque no habrán disfrutado como yo.
Por último, no sé si lamentar, o si alentar, el divertido y esperpéntico espectáculo de Pedro sobre la creación del mundo a partir de Cadalso. Bueno, esto es broma y ya conocemos a Perico. Por cierto, no sé que tienes en contra de las gasolineras.
Texto: javier Perals.